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Larrosa (2017) plantea que la experiencia refiere a una relación del sujeto con la
realidad, resumida en la idea de “eso que me pasa”. Con base en esta frase, el autor desarrolla
ciertos principios que lo acercan indirectamente a la experiencia, como los principios de
alteridad, reflexividad, singularidad, pluralidad, pasaje, cuerpo, etc. En la propuesta de Larrosa,
el sujeto es entendido como un punto de inscripción de una realidad que le es ajena y esa
inscripción es única y requiere de la significación de esa huella por parte del sujeto. Así, Larrosa
entiende que la experiencia es un lugar útil desde el cual pensar la educación, que debe intentar
pensar desde esa complejidad sin conjurarla.
Por su parte, Dubet (2013) habla de la experiencia social. La define como una manera
de construir lo real, de verificarlo, de experimentarlo. Esta construcción se realiza a partir de
las categorías del entendimiento y de la razón porque la experiencia social es una manera de
construir el mundo, es una manera de estructurar “la vida”. Los actores sociales tienden a
explicar qué hacen y por qué lo hacen, es decir, tienden a justificarse. Dicho de otro modo, los
actores sienten la necesidad de dar cuenta de las prácticas que llevan a cabo. Estas experiencias,
en tanto subjetivas en los términos que lo plantea Larrosa, o como experiencia social, como lo
plantea Dubet, se ven enmarcadas e influidas directamente por el contexto y las consecuentes
políticas educativas que surgieron para dar respuesta a las nuevas exigencias del medio.
La teoría de la puesta en acto de las políticas (2012) sostiene que estas son puestas en
acción en condiciones materiales y sociales específicas, con variedad de recursos y con relación
a problemas específicos de cada institución. Por su parte, House (1988) recomienda que la
implementación sea gradual y lenta porque “las reformas no pueden realizarse de la noche a la
mañana”. Sin embargo, suele suceder que el “paquete” de reforma se transmite a las escuelas
como una fuerte y repentina ráfaga de viento (Bocchio, Grinberg y Villagrán, 2016). Esas
características podrían verse en las circunstancias inéditas en las que las políticas aquí
analizadas emergieron en un contexto de pandemia. Los teóricos de la puesta en acto cuestionan
la idea de implementación, por su carácter mecanicista y la sobredeterminación que se le
atribuye a las políticas por sobre las dinámicas institucionales y los procesos de agenciamiento
de los profesores y las familias. Para los teóricos de esta corriente, el desarrollo del
conocimiento sistemático y con relación al mejoramiento de la instrucción a gran escala
requiere un cambio en la cultura de administración y enseñanza prevaleciente en las escuelas.
Las culturas institucionales no cambian por mandato, cambian por el desplazamiento específico