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ingreso (Cardozo, 2005). Es más, se espera que, a mayor nivel educativo, aumente la
participación de la personas en la actividad económica, ya que existen mayores
oportunidades de empleo, así como mejores ingresos (Serafini, 2005).
No obstante, en Paraguay, aún se detectan brechas importantes con respecto a los
hombres y mujeres, ya que, según Alfonzo (2000), la educación terciaria es más rentable
para los hombres que para las mujeres, además de presentar menor variabilidad.
Aunque, Escauriza (2012) menciona que los retornos de la educación son mayores
para las mujeres que para los hombres, es decir, las mujeres acceden a mejores ingresos
cuanto más se capaciten a que los hombres y, de hecho, existe proporcionalmente mayor
cantidad de mujeres capacitadas que de hombres, también resalta que las mujeres en
promedio ganan menos que los hombres.
Al controlar las horas trabajadas y el nivel educativo, se encuentra que
permanecen los menores niveles de ingreso, ya que las mujeres continúan ganando menos
que los hombres: en promedio, 86,9% del ingreso masculino, aun teniendo las mismas
horas trabajadas y similar nivel educativo (OIT et al., 2013). Según Ortiz (2017), la
diferencia salarial entre 2009 y 2015 es aproximadamente 580.000 guaraníes, que
representa el 30% del promedio del ingreso medio de los hombres, concluyendo que poco
menos de la mitad del salario femenino se debe aumentar para alcanzar la igualdad
salarial. Arias (2016) menciona que un hombre recibe 23,3% más que una mujer con igual
educación.
Mientras que los hombres, en mayor proporción, acceden a trabajos que conceden
mayores ingresos por razón del nivel técnico o de la responsabilidad del cargo que ocupan
(Ortiz, 2017), la mayor parte de las actividades de las mujeres se agrupan en aquellas
que pueden considerarse como una prolongación de sus roles tradicionales dentro de la
familia, las cuales son poco remuneradas con relación a otros trabajos que requieren
niveles similares de educación y responsabilidad (Serafini & Imas, 2015). El empleo por
cuenta propia, en el servicio doméstico o como trabajadores familiares auxiliares no
remunerados, son categorías de empleo con remuneraciones más bajas y más vulnerables
(en comparación con el empleo asalariado), ya que que conllevan a un mayor riesgo de
un acceso limitado a la gama de derechos de empleo y protección social conferidos a los
trabajadores que tienen un contrato laboral formal (Vaca Trigo, 2019).