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ENERGÍAS RENOVABLES EN AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE PARA LA
MITIGACIÓN DEL CAMBIO CLIMÁTICO
Gladys Lino
1
,*
2
Universidad Científica del Sur - Perú
Mauricio Saez
3
Wageningen University & Research - Países Bajos
Recibido: 01/11/2022
Aprobado: 10/01/2023
RESUMEN
En las últimas décadas, el cambio climático ha venido ganando interés en la comunidad
científica internacional debido al constante incremento de la concentración de gases de
efecto invernadero (principalmente CO2) y sus consecuencias en los ámbitos económico,
social y ambiental. Al mismo tiempo, la demanda energética mundial ha venido creciendo
con el desarrollo económico y demográfico. En ese sentido, los países han optado por
diversificar sus matrices energéticas para reducir la dependencia a los combustibles
fósiles, migrando hacia alternativas energéticas renovables. La presente revisión propone
una descripción del estado actual de la región de América Latina y el Caribe en términos
de instalación y uso de energías renovables alternativas a las fuentes fósiles. Resaltan
dualidades entre países como Paraguay o Costa Rica, los cuales consumen casi la
totalidad de su energía a partir de fuentes renovables, mientras otros como Trinidad y
Tobago que n dependen principalmente de las fuentes no renovables y deben aun
invertir esfuerzos en la diversificación energética. De igual modo, existe un grupo
organizado entre los estados Latinoamericanos en favor del desarrollo de energías
renovables llamado “Renovables en Latinoamérica y el Caribe (RELAC)”.
1
Doctora en Biología Vegetal (Universidad Científica del Sur, Lima, Perú). Correo Electrónico:
glino@cientifica.edu.pe
2
Doctora en Biología Vegetal (Universidad de Barcelona, Barcelona, España)
3
Candidato a Máster en Biobased Sciences (Wageningen University & Research, Wageningen,
Países Bajos). Correo Electrónico: mauricio.saezramirez@wur.nl
44
Palabras clave: Energías renovables Cambio climático América Latina.
ABSTRACT
In recent decades, climate change has gained interest in the international scientific
community due to the constant increase in the concentration of greenhouse gases (mainly
CO2) and its consequences in various states in the economic, social, and environmental
fields. Simultaneously, world energy demand has been growing hand in hand with
economic and demographic development worldwide. In this sense, nations have been
choosing to diversify their energy matrixes in order to reduce their dependence on fossil
fuels, betting on different renewable energy alternatives. This review aims to describe the
current state of the Latin American region in terms of the deployment of installation and
use of renewable energy alternatives to carbon sources. Dualities stand out between
nations such as Paraguay or Costa Rica which almost entirely consume their energy from
renewable sources and others such as Trinidad and Tobago which still depend mainly on
non-renewable sources and must invest efforts in energy diversification. Similarly, there
is an organized group among Latin American states in favor of renewable energy
development called "Renewables in Latin America and the Caribbean (RELAC)".
Keywords: Renewable energies Climate change Latin America.
1. Introducción
En los últimos años las energías alternativas o renovables han cobrado relevante
protagonismo en el panorama internacional. Este sector representa un significativo
impulso en la investigación científica, desarrollo e innovación, acomo en la generación
de puestos de empleo y el sector educativo. La progresiva transición del uso de fuentes
fósiles a energías más limpias es una tendencia notablemente marcada en diversos países
alrededor del mundo. No obstante, es un proceso que representa una inversión inicial
importante, la contribución de personal altamente calificado y un tiempo definido para su
implementación.
45
Se estima que el 59 % de la generación eléctrica en los países de América Latina
y el Caribe (ALC) proviene de fuentes renovables (OLADE, 2021b), principalmente a
partir de hidroelectricidad. Sin embargo, 14 millones de latinos no cuentan aún con acceso
a energía eléctrica (Acheampong, Erdiaw-Kwasie y Abunyewah, 2021), por lo que resulta
fundamental reducir la brecha existente y cubrir el requerimiento de falta de energía
convencional. Asimismo, esta región se puede considerar como una de las más afectadas
por la pandemia de la COVID-19 y es un territorio bastante sensible a las consecuencias
del cambio climático, por lo que una transición hacia las energías renovables resulta de
vital importancia para garantizar la cobertura de necesidades actuales, impulsar el
crecimiento económico, el desarrollo en estos países y combatir los efectos del
calentamiento global.
El Panel Intergubernamental del Cambio Climático ha señalado que las
actividades antropogénicas son la causa principal del calentamiento global observado
desde 1960 aproximadamente, que conlleva al calentamiento de la atmósfera y la
hidrósfera, a las alteraciones en el ciclo hidrológico, a la salinización de los suelos, al
retroceso de los glaciares, a la elevación mundial progresiva del nivel del mar, a la
acidificación de los océanos y a las alteraciones en algunos eventos climáticos extremos,
debido a un aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera (IPCC, 2007). Además,
se prevé que para el año 2050, la temperatura media de la Tierra aumente en 2.5 °C
(Pearce, Holmberg, Hellsten y Nerlich, 2014) debido al incremento de CO2 en la
atmósfera.
Según el acuerdo de la XXI Conferencia sobre Cambio Climático celebrada el
2015 en París, se acordó por consenso reducir las emisiones de CO2 como parte de la
estrategia para la reducción de gases de efecto invernadero (GEI) y, de esta manera, sumar
esfuerzos para evitar que la temperatura media del planeta incremente en más de 2 °C
(Convención Marco sobre el Cambio Climático, 2015). Paradójicamente, todas nuestras
actividades dependen directa e indirectamente de la energía, la cual se puede clasificar,
por un lado, en fuentes de energías primarias, entendidas como aquellas que no han
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sufrido transformación y se mantienen en su estado natural tales como el crudo de
petróleo, carbón mineral, gas natural o biomasa. Por otro lado, las fuentes de energías
secundarias, las cuales han sufrido efectivamente una transformación a partir de fuentes
de origen primario o de otras fuentes secundarias como lo son los productos refinados a
partir del petróleo, la electricidad o los biocombustibles. Por lo tanto, una economía
basada en el aprovechamiento y uso de energías alternativas es la opción más viable en
el futuro escenario de cambio climático (Zidanšek et al., 2009).
El objetivo de este trabajo fue realizar un análisis del uso de las energías
renovables en América Latina y el Caribe para la mitigación del cambio climático.
2. Energías renovables
La producción de energía a partir de fuentes renovables ha alcanzado mayor
relevancia debido al cambio climático producido por el aumento de los GEI,
principalmente de CO2. A la fecha, muchos países cuentan con legislaciones que
fomentan el incremento y diversificación de sus matrices energéticas en sus territorios y
las consideran como asuntos de máxima prioridad en sus agendas políticas.
Desde de la revolución industrial, los combustibles fósiles han sido la principal
fuerte de obtención de energía en diversos ámbitos de la industria. Actualmente, se
considera un recurso más limitado, difícil de extraer, costoso y de un intenso debate
ambiental y político. Sin embargo, las proyecciones indican que el consumo de energía a
nivel mundial va en aumento conforme pasen los años (Sieminski, 2014). Actualmente,
se conoce que el agotamiento de los combustibles fósiles (principalmente del petróleo) y
la necesidad de reducir las emisiones de GEI son los dos aspectos de mayor importancia
para conseguir otras fuentes de energía que permitan mantener nuestras actividades (Höök
y Tang, 2013). Lo anterior, sumado a la crisis energética mundial que se vive actualmente,
está promoviendo la investigación de nuevas alternativas de energías renovables.
Un claro ejemplo de esta tendencia ocurre en la Unión Europea (UE) donde, en la
última década, ha venido impulsando el uso de energías renovables. Según la última
directiva de la comisión europea, se estableció que los estados miembros de la UE deben
incrementar progresivamente el uso de energías alternativas y reducir el consumo de
combustibles fósiles. Así, para el año 2030, al menos el 40 % del gasto energético de la
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UE debe ser a partir de fuentes renovables (The European Parliament, 2018). En ese
sentido, para el año 2017, el porcentaje de energías renovables variables (ERV) utilizados
en algunos países europeos se efectuó de la siguiente manera: Dinamarca 53%; otros
países como Lituania, Irlanda, España y Alemania alcanzaron cifras alrededor del 20%
(IRENA, 2019).
En el caso de ALC, según el informe “Panorama de América Latina y el Caribe”
presentado por la Organización Latinoamericana de Energía, en el 2020 se logró el 60 %
de renovabilidad en la capacidad instalada de generación y una participación del 26 % de
la energía utilizada en la región, que es el porcentaje más alto de energías renovables en
comparación con el resto del mundo. En función de ese resultado, quince países (Bolivia,
Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras,
Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay) formaron la
iniciativa “Renovables en América Latina y el Caribe” (RELAC) y trazaron como meta
que para el año 2030 se alcance el 70 % de participación de energías renovables como
parte de su generación de energía (OLADE, 2021b). La meta presentada por la RELAC
es notablemente ambiciosa y, a pesar de los grandes avances en este ámbito
(principalmente solar y eólica), la región ha mantenido una producción relativamente
estable. Sin embargo, ALC es una región que aún se encuentra en vías desarrollo y se
estima que se requerirá aproximadamente 30 mil millones de dólares en inversiones por
año, además que obligatoriamente se necesitarán de unas sólidas políticas de apoyo
(Paredes, 2017).
La proyección de la demanda mundial de energía va en aumento de manera
significativa debido al crecimiento demográfico y al desarrollo industrial. Asimismo, los
últimos acontecimientos que vienen sucediendo en el contexto internacional también
contribuyen negativamente en los esfuerzos hacia la mitigación y adaptación al cambio
climático.
Por un lado, la pandemia de la COVID-19, un episodio no contemplado en dicha
proyección, se vivió desde inicios de 2020 y nos llevó a una crisis mundial en el ámbito
sanitario que repercutió finalmente en todos los demás niveles (económico, educativo,
industrial, etc.). Durante los primeros meses y debido a la limitada actividad industrial a
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causa de los periodos de cuarentena obligatoria establecidos por los gobiernos de la
mayoría de países, se observó un descenso en las emisiones de CO2 (Aruga, Islam y
Jannat, 2021). No obstante, se ha confirmado lo que los científicos esperaban en un
escenario postpandemia: un aumento de demanda de materias primas, de la actividad
industrial y por ende del mismo CO2 (Zanoletti, Cornelio y Bontempi, 2021). La demanda
de energía va rápidamente en aumento para poder satisfacer las necesidades de la
población mundial y, para ello, la mayoría de países tienen sus propias estrategias, planes,
políticas y medidas de control para cubrir sus necesidades básicas.
Otro evento no contemplado inició en febrero de 2022, la guerra ruso-ucraniana,
que se encuentra actualmente en curso, y puso en jaque a la Unión Europea dependiente
de gas ruso. Es por ello que, a la fecha, se ha trazado un plan que está aprobado por los
ministros de energía en Bruselas y que tiene como objetivo garantizar una reducción del
consumo de gas de manera coordinada en toda la Unión Europea durante la próxima
temporada de otoño/invierno que inicia en setiembre y culmina en marzo. Esta guerra
implica un replanteamiento de las metas y objetivos trazados por ambos países en materia
climática. Respecto a Ucrania, la importante reducción de su producción agrícola, el
aumento esperado del riesgo a inundaciones y la dependencia energética colocan al país
en un escenario de vulnerabilidad (Rawtani, Gupta, Khatri, Rao y Hussain, 2022). En el
ámbito político, el Climate Center (2021) considera que, a pesar de haberse
comprometido a reducir sus GEI en un 60% desde 1990, factores como la corrupción y
la inestabilidad política merman significativamente los esfuerzos de Ucrania para lograr
sus objetivos climáticos. En ese sentido, es claro que el orden prioritario del país afectado
cambiará drásticamente en un escenario de posguerra, siendo sus principales objetivos la
reconstrucción, estabilizar su economía y recuperar el bienestar social (Rawtani et al.,
2022), lo cual emitirá cantidades importantes de GEI. Por otra parte, a Rusia le augura un
futuro distante y de difícil negociación en cuanto a cooperación multinacional y en cuanto
a la lucha contra el cambio climático debido al rechazo de la comunidad internacional
respecto al actuar de Moscú (Sikorsky, Barron y Hugh, 2022). A partir de estos dos
importantes sucesos no contemplados, añadido a que los recursos renovables disponibles
en el mundo se están agotando, es de vital importancia que los políticos de los países
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busquen una transición a fuentes de energía alternativas y que de esta manera sean
energéticamente independientes (Mbah y Wasum, 2022).
Las energías alternativas son de carácter horizontal, por lo tanto, no son
excluyentes, sino colaborativas, eso quiere decir que una no es mejor que otra, sino que
se complementan y la elección de una u otra opción será en función de los recursos con
los que se cuente y a las actividades que se vayan a desarrollar con dicha energía. Dentro
de las energías renovables más populares tenemos a la energía solar, la energía eólica, la
energía hidráulica, la energía geotérmica y la bioenergía.
2.1.Energía solar
La energía solar es un tipo de energía renovable, considerada como una fuente no
contaminante, ilimitada, está disponible libremente sin costo y se encuentra en cualquier
parte del planeta. Se obtiene al convertir la radiación electromagnética que proviene del
sol en forma de calor por conversión fototérmica o directamente en electricidad por el
efecto fotovoltaico. Un sistema fotovoltaico es un conjunto de células solares o células
fotovoltaicas dispuestos en paneles y se basan en la capacidad que tienen estos paneles
de transformar la energía solar en energía eléctrica (Plá, Perez y Durán, 2016).
Dentro de las principales características de la energía solar tenemos: son
modulares (tienen una capacidad de adaptación al espacio), ya que pueden construirse
desde grandes plantas fotovoltaicas hasta pequeños paneles para uso doméstico; se puede
almacenar la electricidad no utilizada en baterías acopladas al sistema y darle un uso
posterior; es un sistema adecuado para zonas aisladas o rurales, donde la red eléctrica es
de difícil acceso, ineficiente o costosa; es ideal para zonas geográficas en donde su
climatología presenta muchas horas de luz al año tanto en verano como en invierno
(Kannan y Vakeesan, 2016). Sin embargo, dentro de sus principales desventajas se puede
incluir su el alto costo inicial para la instalación, además, que siempre se debe contar una
reserva de energía almacenada en baterías debido a que la cantidad de luz recibida es
variable en el tiempo por lo que no es un flujo constante (Maradin, 2021).
Las aplicaciones más importantes de la energía solar están distribuidas en
diferentes temáticas, por ejemplo, en el área de la construcción, se pueden utilizar para
uso doméstico, instalándolos en los techos de las viviendas, tanto para la iluminación,
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calefacción, refrigeración, agua caliente, uso de electrodomésticos, etc. (García, Gago,
Bayo y Montes, 2007). Por otro lado, en el área agrícola se pueden utilizar para el riego
de los cultivos agrícolas, los invernaderos, la calefacción para las granjas, etc. (Chikaire
et al., 2010). Asimismo, en el área de saneamiento se usan para tratar aguas residuales,
eliminación de salinidad, etc. (Pandey et al., 2021).
El uso de esta energía alternativa de manera adecuada es una buena opción para
el futuro y poder evitar consecuencias no deseadas derivadas de la crisis energética. De
igual modo, representa una oportunidad para la electrificación en las áreas remotas,
teniendo en cuenta que los costos en materia de instalación vienen disminuyendo
favorablemente en los últimos años.
2.2.Energía eólica
La energía eólica se obtiene transformando la fuerza del viento, el cual es un
recurso ilimitado, en electricidad. Para ello se utiliza un sistema llamado aerogenerador
que se compone de dos partes: el rotor que transforma la energía cinética en energía
mecánica; el generador que transforma la energía mecánica resultante del proceso anterior
en energía eléctrica.
Las principales ventajas de la energía eólica son: es una fuente inagotable que se
puede aprovechar siempre que hayan corrientes de viento suficientes; es económica, se
requiere inversión para su instalación, sin embargo, su mantenimiento es bajo y cuanto
más rachas de aire hayan su beneficio será mayor; es limpia, no precisa de combustión;
(es de bajo impacto, si bien es cierto que los parques eólicos requieren espacio, se instalan
solo si cumplen un riguroso estudio de impacto ambiental, además, se aprovechan zonas
no pobladas para evitar efectos negativos en los ecosistemas. Sin embargo, su principal
desventaja es su imprevisibilidad y, por tanto, la variabilidad en la energía que se puede
aprovechar puede ser muy fluctuante. Además, la topografía del lugar juega un rol
importante, ya que depende de esta para que haya más o menos corriente de aire, por
tanto, no se puede obtener el mismo resultado de todos los lugares potenciales
(Hernández, Manzano y Zapata, 2010).
Se conocen dos tipos de energía eólica. Uno es la energía eólica terrestre, que es
la forma tradicional de obtención de energía eólica, en la cual se produce energía eléctrica
a partir del aprovechamiento de la fuerza del viento que se recoge en los parques eólicos
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instalados en la tierra. La infraestructura consiste en instalar una red de aerogeneradores
capaces de convertir la energía cinética en energía eléctrica y finalmente, integrarla en
una red de distribución. Es el tipo de energía eólica más usada a nivel mundial por su
facilidad de implementación de infraestructura e instalación. El segundo tipo es la energía
eólica marina: Este tipo de energía es mucho más moderna que la terrestre. Sin embargo,
los costes de instalación en el mar pueden superar fácilmente el triple del coste en tierra
debido a que los parques eólicos marinos están a unos 10 km de las costas y a 10 m de
profundidad. Las turbinas deben fijarse en el fondo del mar lo que implica el desarrollo
de un buen soporte, la instalación de cables submarinos para la transmisión de electricidad
requiere de equipos especiales y el mantenimiento del sistema requiere de personal
altamente calificado (Bilgili, Yasar y Simsek, 2011).
2.3.Energía hidráulica
La energía hidráulica es aquella que permite la generación de electricidad a partir
del movimiento de masas de agua que provienen de presas principalmente y que se
construyen de manera eficiente aprovechando los desniveles geológicos. Actualmente, el
agua es el recurso natural más importante en la generación de energía eléctrica y es
fundamental mencionar que las explotaciones hidroeléctricas no producen contaminación
ni deterioro del recurso (Osorio, 2016). Para que este proceso sea efectivo, las presas
deben construirse en lugares donde haya precipitaciones contantes, ya que las lluvias son
esenciales en la producción de la energía.
Respecto a la emisión de GEI, las centrales hidroeléctricas suelen emitir muchos
menos gases que las centrales térmicas. Además, como algunas de las fuentes renovables
de energía revisadas en este artículo, requieren de un capital de iniciación significativo,
sin embargo, en este caso, se compensa con los bajos costos operativos (Kaygusuz, 2002).
Junto con la inversión inicial, la energía hidroeléctrica tiene otras desventajas, como la
necesidad de inundar importantes extensiones de terreno, por lo que puede generar
incompatibilidades con otras actividades. Si bien es cierto, este proceso no consume agua,
pero sí consume espacio y puede generar conflictos en función de la época del año en la
que nos encontremos (Marín y Marín, 2010).
Según Osorio (2008) una central hidroeléctrica está constituida generalmente por
varios elementos como: componentes de retención y almacenaje de agua (embalses),
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componentes de conducción (canales, tuberías y sifones), componentes de apertura y
cierre (compuertas y válvulas), equipo hidráulico (turbina, rejas y limpiarejas), equipo
eléctrico (generador, transformador, cableado), equipo de control (interruptores,
autoválvulas y red a tierra), equipo auxiliar (batería, iluminación) y edificio de la central.
Por tanto, la transformación de la energía cinética en electricidad obtenida por
una gran masa de agua en constante movimiento se efectúa con los elementos
mencionados anteriormente, siendo muy importantes las turbinas y los generadores en
óptimas condiciones de eficiencia energética.
2.4.Energía geotérmica
La energía geotérmica es un tipo de energía alternativa que aprovecha el calor del
núcleo de la Tierra almacenado en rocas, suelos y aguas subterráneas, por medio del
gradiente térmico que está en relación de 30 °C por kilómetro de profundidad, para
convertirla finalmente en energía eléctrica (Barbier, 2002). Dentro de sus aplicaciones
principales está la generación de electricidad, producción de agua caliente, aire
acondicionado y calefacción (Manzella et al., 2018). Probablemente aún sea una fuente
desconocida para muchas personas hoy en día, no obstante, dentro de sus principales
ventajas están las siguientes: es una energía limpia, renovable e inagotable, apenas genera
residuos o gases nocivos y es bastante estable, ya que no depende las fluctuaciones del
sol o el aire. Sin embargo, su principal desventaja es que se requiere de una zona
geológica con unas características muy particulares y una inversión inicial importante.
Se pueden clasificar en cuatro grandes tipos: Altas temperaturas, usada
principalmente para producir electricidad, la temperatura debe ser superior a 150 °C.
Temperaturas medias, necesaria para pequeñas centrales eléctricas, su temperatura está
comprendida entre los 100 y 150 °C. Bajas temperaturas, de uso doméstico e industrial
principalmente, calefacción, aire acondicionado, agua caliente, refrigeración, su
temperatura está comprendida entre 30 y 100 °C. Muy bajas temperaturas, de uso
doméstico principalmente para la climatización de edificios, las temperaturas fluctúan por
debajo de los 30 °C (Agencia Andaluza de la Energía, 2011).
La energía geotérmica se obtiene mediante tres pasos: Perforación, que es el
primer paso para poder acceder a esa fuente de energía del subsuelo. Para ello es necesario
la localización ideal del yacimiento y la posterior perforación de la zona seleccionada. Se
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requiere obligatoriamente de estudios geológicos, mineros y ambientales previos a la
perforación, así como también equipamiento tecnológico adecuado y personal altamente
cualificado para dicha operación. Las perforaciones tienen un diámetro entre 10 y 15 cm;
Instalación/Extracción, posterior a la perforación y se introducen unas o varias sondas
geotérmicas de poliuretano en forma de tuberías delgadas y selladas que contienen agua
o líquido anticongelante, para que realicen un intercambio de calor, ya que al introducirlas
a las zonas profundas aumentan las temperaturas y el calor se recoge posteriormente de
la superficie; Producción, último paso para la obtención de energía eléctrica, por lo que
se requiere de la instalación de una planta geotérmica que recoja el vapor y lo convierta
en energía aprovechable.
La energía geotérmica no es tan conocida como la solar, sin embargo, conduce a
una reducción en la importación de los combustibles convencionales y en algunas áreas
puede ser la única fuente de energía disponible. Además, la Organización de Naciones
Unidas (ONU) la recomendó durante la Convención Marco sobre el Cambio Climático
celebrada en Kioto (Japón) en 1997 como una forma de reducción de los GEI (Dickson y
Fanelli, 2013).
2.5.Bioenergía
La bioenergía es otro tipo de energía renovable que puede producirse de diversas
materias primas de origen orgánico, como son la biomasa residual (a partir de desechos
de diversas actividades), de cultivos alimenticios o cultivos energéticos.
A través de diversos métodos, estos materiales básicos pueden ser utilizados para
producir calor o electricidad de forma directa, o se pueden transformar para producir gas
o combustible líquido. Por lo tanto, estamos ante otra alternativa más con la que lograr
un suministro energético verde y sostenible.
El uso tradicional de la biomasa es la forma más común utilizada en los países en
vías de desarrollo. El uso de la bioenergía generalmente es a pequeña escala y
principalmente para el abastecimiento de combustible local, aunque Europa muestra un
aumento en el uso de la biomasa para la generación de biocombustibles, por lo que lo en
los últimos años se está volviendo más atractivo para el comercio internacional
(Edenhofer et al., 2011).
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Para producir bioenergía, se requiere de biomasa (herbáceas y leñosas), residuos
orgánicos, y en algunos casos se hace uso de estiércol. Como recurso energético la
biomasa se clasifica de la siguiente manera: biomasa natural, biomasa residual y biomasa
de cultivos energéticos (gramíneas perennes) (Margalef, 1980; Offermann et al., 2011).
Debido a la urgencia de ampliar el abanico de las alternativas para la producción
de energías renovables, algunas plantas como la soja, la caña de azúcar y el maíz se han
estudiado para usar su biomasa en la producción de biocombustibles. A la fecha, existe
una gran variedad de cultivos usados para producir bioenergía y se clasifican de la
siguiente manera: biocombustibles de primera (1G), segunda (2G) y tercera generación
(3G). Además, según la Agencia Internacional de Energía (AIE), se pueden clasificar
como biocombustibles convencionales y avanzados. Los convencionales tienen procesos
determinados y actualmente se encuentran en fase de producción de biocombustibles a
nivel comercial. Estos biocombustibles se conocen como 1G y podemos encontrar al
bioetanol producido a base de azúcar y almidón, el biodiésel producido a base de cultivos
oleaginosos y el biogás producido a partir de la digestión anaeróbica. Para la producción
de este tipo de biocombustible, se utilizan cultivos alimenticios como la caña de azúcar,
la remolacha azucarera, el maíz, el trigo, la canola, soja y el aceite de palma, además, en
algunos casos, se pueden utilizar residuos animales y residuos urbanos. Para la
producción de biocombustible 1G se utilizan productos agrícolas para su elaboración, por
lo que se requiere del uso de tierras fértiles, además de grandes cantidades de agua,
nutrientes y pesticidas para su producción. Por otro lado, los avanzados son aquellas
tecnologías de transformación que pueden estar en investigación y desarrollo, fase piloto
o fase de demostración y que se conocen como 2G o 3G. Esta clase contiene a los
biocombustibles producidos a partir de la biomasa de cultivos energéticos o a partir de
biomasa de algas y que se usan para la conversión de azúcar en bioetanol principalmente.
En este caso no se utilizan cultivos destinados a la alimentación humana o animal, por lo
que no requiere de tierras fértiles y, además, sus requerimientos de agua y nutrientes son
mínimos comparados con un cultivo tradicional.
La biomasa de alto rendimiento obtenida a partir de cultivos energéticos
(principalmente gramíneas perennes) se cultivan en tierras pobres e infértiles (también
conocidas como tierras marginales), ya que no son exigentes nutricionalmente. Su
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principal ventaja es que pueden proporcionar a los agricultores otras opciones para la
diversificación de su producción, aumentar sus ingresos económicos y solventar sus
compromisos financieros sin implicar el uso de las tierras agrícolas y, por lo tanto, sin
comprometer la producción de alimento. Las principales particularidades que presentan
las gramíneas perennes y que las hacen interesantes son: una fuerte fisiología, un buen
potencial de crecimiento, altos contenidos de carbohidratos y su nulo impacto ambiental.
En Europa, desde hace varios años, se han estudiado aproximadamente 20 especies, de
las cuales Panicum virgatum L., Miscanthus x giganteus y Arundo donax L. son las más
usadas en los programas de investigación y desarrollo. Estas especies son de ciclo perenne
debido a su duración en el ambiente (entre 15 y 20 años), no requieren de tierras agrícolas
para su crecimiento, ya que pueden cultivarse en tierras infértiles (Lewandowski,
Scurlock, Lindvall y Christou, 2003) y, a su vez, proporcionan beneficios en el suelo, en
términos de estructura, estabilidad y calidad (aumento de materia orgánica en el suelo y
retención de nutrientes) (Angelini, Ceccarini, o Di Nasso y Bonari, 2009).
3. Uso de las energías renovables en América Latina y el Caribe
Para ALC las energías renovables representan una oportunidad para el desarrollo
y el crecimiento económico, la innovación y la recuperación económica postpandemia.
Podríamos decir que es la región más verde del mundo, con innumerables recursos
naturales para la transición hacia las energías limpias, sin embargo, los gobiernos de estos
países no cuentan con capacidad de financiamiento para cubrir los costos de
implementación de estas, por lo que es importante la participación del sector privado
(Silva, Fuinhas y Koengkan, 2021). A pesar de este panorama, los países de ALC han
aumentado la capacidad de energías renovables, por lo que esta región se encuentra en
muy buen nivel en comparación con otras regiones del mundo (Washburn y Pablo-
Romero, 2019).
La energía renovable más usada en ALC es la hidroeléctrica, que representa
aproximadamente el 90 %, sin embargo, en los últimos años se ha visto afectada la
participación de la hidroeléctrica, probablemente debido a un aumento en el uso de la
energía solar y la energía eólica en esta región (Koengkan, Poveda y Fuinhas, 2020;
Washburn y Pablo-Romero, 2019).
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El tipo de energía instalado por cada país de la región ALC, así como su capacidad
de uso, se presenta en las Tablas 1 y 2, respectivamente. En ambos indicadores, tanto en
cuanto a capacidad instalada como en generación eléctrica por fuente, es notable el
desarrollo energético nuclear en países como Brasil, Argentina y México con respecto a
los otros países de la región. Asimismo, no sorprende que, dada su envergadura, extensión
y desarrollo económico, Brasil lidere la capacidad instalada de fuentes energéticas como
solar, eólica, hidráulica y térmica. Sin embargo, resalta su nula capacidad instalada en
otras fuentes como geotérmica, pero principalmente biogás y biomasa.
Por otro lado, los únicos países de la región que cuentan con instalación y
generación eléctrica a partir de biomasa son tanto México como Uruguay, con
generaciones de 600 y 2701 GWh, respectivamente. Adicionalmente, resaltan
particularmente las cifras reportadas por Uruguay, donde cuadruplican los niveles de
generación del país norteamericano con valores demográficos y de terreno disponible
sustancialmente inferiores.
Por su parte, Chile es el único país Sudamericano en generar energía eléctrica a
partir de energía geotérmica, la cual es más frecuente en países centroamericanos y
norteamericanos. En ese sentido, tanto su capacidad instalada y su generación electica a
partir de esta fuente (45 MW y 247 GWh) es comparable con las de sus pares de
Guatemala y Honduras, cuyos indicadores reflejan 49 MW y 39 MW como capacidad
instalada y 274 GWh y 307 GWh como generación eléctrica a partir de energía
geotérmica, respectivamente.
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Tabla 1. Capacidad energética instalada (MW) en los países de América Latina y el Caribe en el año 2020
País
Capacidad instalada (MW) 2020
Térmica no
renovable
Renovable
Solar
Eólica
Hidráulica
Térmica
Geotérmica
Biogás
Biomasa
Argentina
25362
759
2623
11344
108
0
0
0
Barbados
267
50
0
0
0
0
0
0
Belice
55
1
0
55
22
0
0
0
Bolivia *
2677
122
27
759
128
0
0
0
Brasil
27769
7934
17146
109294
15383
0
0
0
Chile *
12875
3575
2527
6814
474
45
0
0
Colombia *
5589
61
18
11945
151
0
0
0
Costa Rica *
474
5
394
2331
71
262
0
0
Cuba
5414
210
12
65
961
0
0
0
Ecuador *
2840
28
21
5064
143
0
0
0
El Salvador *
771
474
36
574
294
204
7
0
Granada
52
1
0
0
0
0
0
0
Guatemala *
1246
93
107
1577
1036
49
0
0
Guyana
287
8
0.04
0
42
0
0
0
Haití *
390
3
0
78
0
0
0
0
Honduras *
1051
513
235
840
261
39
0
0
Jamaica
968
57
102
29
0
0
0
0
México
53614
5149
6504
12612
2305
951
0
378
Nicaragua *
888
16
186
157
218
153
0
0
Panamá *
1819
213
270
1806
8
0
0
0
Paraguay *
1
0
0
8772
0
0
0
0
Perú *
8903
289
409
5417
183
0
0
0
58
País
Capacidad instalada (MW) 2020
Térmica no
renovable
Renovable
Solar
Eólica
Hidráulica
Térmica
Geotérmica
Biogás
Biomasa
República Dominicana *
3710
187
370
623
30
0
0
0
Suriname
310
1
0
189
2
0
0
0
Trinidad y Tobago
2417
0
0
0
0
0
0
0
Uruguay*
1190
258
1514
1538
0
0
0
425
Venezuela
15359
3
50
14880
0
0
0
0
* Países miembros de Renovables en Latinoamárica y el Caribe (RELAC).
Adaptado de OLADE (2021b)
59
Tabla 2. Generación eléctrica por fuente (GWh) en los países de América Latina y el Caribe en el año 2020
País
Generación eléctrica por fuente (GWh) 2020
Térmica no
renovable
Renovable
Solar
Eólica
Hidráulica
Térmica
Geotérmica
Biogás
Biomasa
Argentina
84759
1344
9410
24215
725
0
0
0
Barbados
982
69
0
0
0
0
0
0
Belice
41
1
0
242
150
0
0
0
Bolivia *
6521
250
64
2942
260
0
0
0
Brasil
84275
10750
57051
396327
58742
0
0
0
Chile *
40034
7615
5515
20632
3653
247
0
0
Colombia *
18560
191
10
49837
726
0
0
0
Costa Rica *
24
9
1459
8294
59
1689
0
0
Cuba
19530
161
100
112
570
0
0
0
Ecuador *
6329
38
77
24333
471
0
0
0
El Salvador *
889
900
14
2066
550
1450
26
0
Granada
219
4
0
0
0
0
0
0
Guatemala *
2766
221
313
5817
1730
274
0
0
Guyana
100
12
0.04
0
24
0
0
0
Haití *
970
1
0
88
0
0
0
0
Honduras *
4490
1044
707
2701
789
307
0
0
Jamaica
4227
124
280
136
0
0
0
0
México
225358
13528
19702
26817
10903
4575
0
600
Nicaragua *
1147
26
550
574
733
767
0
0
Panamá *
2655
317
584
7349
30
0
0
0
Paraguay *
2
0
0
46371
0
0
0
0
Perú *
19101
778
1814
30506
535
0
0
0
60
País
Generación eléctrica por fuente (GWh) 2020
Térmica no
renovable
Renovable
Solar
Eólica
Hidráulica
Térmica
Geotérmica
Biogás
Biomasa
República Dominicana *
15776
305
1139
1245
168
0
0
0
Suriname
1252
9
0
1105
2
0
0
0
Trinidad y Tobago
9225
0
0
0
0
0
0
0
Uruguay *
825
462
5476
4094
0
0
0
2701
Venezuela
51035
5
88
81496
0
0
0
0
* Países miembros de Renovables en Latinoamárica y el Caribe (RELAC ).
Adaptado de OLADE (2021b)
61
Ilustración 1. Capacidad energética instalada (MW) expresada en % de los países
pertenecientes a la RELAC (Renovables en Latinoamérica y el Caribe).
62
Adaptado de OLADE (2021b)
63
Ilustración 2. Generación eléctrica por fuente (GWh) expresada en % de los países
pertenecientes a la RELAC (Renovables en Latinoamérica y el Caribe).
64
Adaptado de OLADE (2021b)
Un caso particular es el de las islas de Trinidad y Tobago, donde no poseen
instalaciones de ninguna fuente renovable, ergo su matriz energética es absolutamente
dependiente de fuentes térmicas no renovables. Es claro que este país tiene un largo
camino por desarrollar en cuanto a la implementación y diversificación de su matriz
energética en los próximos años. Granada presenta un caso homólogo al descrito
previamente, sin embargo, presenta un ligero avance en instalación y generación de
energía solar, pero que podría ser coherente con su desarrollo demográfico en la isla.
Asimismo, El Salvador resalta también por ser el único país en la región ALC que reporta
fuentes de biogás instaladas en dicho país.
Con respecto a la capacidad energética instalada, la Ilustración 1 describe
porcentualmente la participación de fuentes térmicas no renovables (fósiles) y renovables
de acuerdo con la realidad de cada país miembro de la agrupación internacional RELAC.
En efecto, si bien cada una de las naciones presenta valores diferenciados en cada uno de
estos ámbitos en términos absolutos (Tabla 1), existen aspectos resaltantes en cuanto a la
contribución de fuentes renovables. En ese sentido, los países que presentan la mayor
participación de fuentes renovables son Paraguay (mostrando plena instalación de fuentes
de energía hidráulica), Costa Rica, Uruguay y Guatemala. Caso contrario ocurre con
Haití, República Dominicana y Bolivia, los cuales presentan una supremacía de
participación de fuentes no renovables con 83 %, 75 % y 72 % respectivamente. De forma
similar, tanto en Haití como en Surinam, países no miembros de la RELAC, la principal
fuente renovable es la hidráulica. A diferencia de Paraguay, el cual es plenamente
dependiente de la energía hidráulica, estos estados enfocan su consumo energético
principalmente en tanto en fuentes fósiles como hidráulicas.
Por otro lado, similares patrones se observan en cuanto a la fuente de generación
eléctrica en cada uno de los países miembros (Ilustración 2). Países como Paraguay y
Costa Rica destacan notablemente contando con una generación eléctrica exclusivamente
proveniente de fuentes renovables. Asimismo, países como Guatemala y Colombia
generan alrededor del 75 % de su energía eléctrica a partir de fuentes renovables, mientras
que otros como Chile y Honduras expresan una proporción equitativa entre fuentes
renovables y no renovables. De esta manera, es posible identificar una dependencia
65
predominante de fuentes fósiles en los países insulares vecinos de Haití y República
Dominicana, expresando cifras de 92 % y 85 % respectivamente.
La planificación de la transición energética es un proceso complejo en el que
deben intervenir varios sectores del gobierno, con un presupuesto definido y marco
regulatorio robusto y apropiado que lleve a cada país a cumplir sus objetivos trazados.
Este proceso incluye varias etapas, desde la planificación inicial hasta la instalación,
pasando por conocer las ventajas y desventajas de cada tipo de energía, así como las
oportunidades, fortalezas, debilidades y amenazas de cada país (OLADE, 2021a). A la
fecha es posible afirmar que el 40 % de los países miembros de la RELAC superan la
meta definida al 70 % de participación de energías renovables dentro de su matriz
energética. Estos países son: Ecuador, Paraguay, Guatemala, Colombia, Costa Rica y
Uruguay. Finalmente, Perú aparece como un potencial candidato a alcanzar la meta
establecida, dado que al año 2021 cuenta con un 64 % de avance.
Actualmente la mayoría de los países cuentan con una ley o un proyecto de ley
sobre eficiencia energética, que incluyen diagnósticos, planes, implementación,
proyección y acciones de futuro. Sin embargo, no todas cuentan con mecanismos de
control, monitoreo y fiscalización, por lo que urge que algunos países revisen sus
documentos legales para lograr el objetivo de avanzar con seguridad hacia la eficiencia
energética (OLADE, 2021a). Un buen ejemplo es el de Uruguay y Argentina, que con sus
respectivos Ministerios de Energías e instituciones anexas tienen un plan en marcha sobre
eficiencia energética a 15 años, con revisiones periódicas cada 5 años.
Existen notables diferencias entre los desempeños de los países de la región,
reflejados tanto a nivel de capacidad instalada como de uso, atribuidos al estatus de
desarrollo de cada uno de ellos. Por ejemplo, México, Brasil o Argentina, países
miembros del G20, representan el 60.4 % de la capacidad instalada de energía térmica no
renovable y el 70.3 % de la capacidad instalada de energías renovables en la región (Tabla
1), de la cual solamente Brasil contribuye 54.7 %. Asimismo, son precisamente los únicos
países que cuentan con capacidad instalada y uso de energía nuclear. Mientras tanto, los
15 países miembros de la RELAC agrupan el 25.1 % de la capacidad instalada de fuentes
de energía no renovable y 23.5 % de la renovable (Tabla 1). Estados como Paraguay,
Uruguay, Costa Rica, Guatemala y otros países insulares del Caribe presentan una
capacidad instalada de energía no renovable que es no representativa a nivel de la región,
66
sin embargo, sus capacidades instaladas a nivel país es alta (70 a 100%; Ilustración 1),
esto se debería a factores sociales y gubernamentales que contribuyen a que estas
condiciones se ajusten a la realidad de cada uno de estos países favorablemente, a pesar
de no contribuir de forma significativa a las cifras regionales.
Debido a las diferencias marcadas entre países, no todos presentan incentivos por
el uso de energías renovables. Según OLADE (2021b), solo Brasil, Colombia y Nicaragua
reportan reglas claras de los incentivos por el uso de algunas fuentes limpias. En el caso
de Brasil, se formalizó el Sello de Biocombustible Social para tarifas diferenciadas en el
uso de biodiésel para los consumidores, mientras que, para los productores, se les
proporcionan materias primas y capacitaciones para la producción del biocombustible.
En el caso de Colombia se promueve la participación de la población para llevar a cabo
proyectos de generación de energía a partir de fuentes renovables priorizando los
proyectos en zonas rurales. Por último, Nicaragua aprobó la reducción de tarifas al
consumidor al uso de energía eléctrica de fuentes renovables, tanto a nivel de consumo
como a nivel de instalación.
Una forma de colaboración a nivel energético es la integración energética, que
según Oxilia (2009), esta terminología debe ser interpretada como un proceso que
involucra al menos a dos países a planificar, coordinar y establecer finalmente el comercio
internacional de energía. Por tanto, es un proceso a largo plazo que involucra
instalaciones, infraestructura, administración y procesos operacionales de colaboración.
ALC ha logrado avances en integración energética, principalmente de energía
eléctrica. Estas interconexiones han sido posible bajo estrategias de integración regional,
algunas en respuesta a los esfuerzos de los gobiernos de los países involucrados, y otras
como producto del sector privado. Este avance no es lineal en el tiempo y los beneficios
de la integración eléctrica están muy por debajo del potencial que ofrece ALC (Levy,
Tejeda y Di Chiara, 2019). Las integraciones de energéticas del 2018 en América Latina
se detallan en la Tabla 3.
67
Tabla 3. Detalle de integración energética (2018)
Origen
Destino
Cantidad
exportada
(GWh)
Valor comercial
(millones de
dolares)
Paraguay
Brasil
32455
1642
Argentina
9230
467
Uruguay
Brasil
877
61
Argentina
212
6
Ecuador
Colombia
233
6
Perú
5
0
Colombia
Ecuador
115
5
Perú
1
0
Chile
Argentina
11
1
El Salvador
Costa
Rica
10
1
Panama
4
0
Guatemala
1
0
Nicaragua
0
0
Fuente: Hub de Energía - América Latina y el Caribe (2018)
Según OLADE (2021b), para obtener un 70% de participación de energía
renovables en ALC se requiere sumar aproximadamente 150000 MW adicionales en un
plazo de 10 años. Esta cantidad es casi el 100% de la capacidad actual de Brasil, el 18%
de México y el 10 % de Argentina. Sin embargo, en un escenario de integración
energética llevarían a la reducción del incremento futuro de la capacidad instalada. Esta
reducción traería beneficios como menores impactos geográficos y socioambientales,
debido a la optimización de los recursos, por lo que se reduciría la emisión de GEI
(Santos, 2021).
Con los datos mostrados en las tablas e ilustraciones de esta revisión, se puede
observar que la región de ALC tiene un gran potencial para aumentar el uso de energías
verdes, así como capacidad a futuro para convertirse en un hub global de energías
renovables. En este caso, el sólido apoyo de Brasil, que es una potencia en energías
renovables, jugará un papel importante con respecto a la integración de dichas energías
en ALC, ya que de momento es el país que tiene la mayor capacidad para abastecerse a
sí mismo y potencial de suministro a otros países (Viviescas et al., 2019).
68
4. Conclusiones
América Latina y el Caribe es una región que, a pesar de encontrarse en vías de
desarrollo, cuenta con una importante cantidad de recursos para la producción de energías
alternativas. El análisis del uso de energías renovables en la región muestra que alrededor
del 60 % de la energía eléctrica generada se obtiene a partir de energías renovables,
principalmente de la energía hidráulica, seguida por la energía eólica, la energía térmica,
la energía solar, y en menor medida de la biomasa y el biogás. A pesar del gran potencial
presentado, hoy en día, millones de latinoamericanos no tienen acceso a electricidad, por
lo que es un problema que se debe solucionar a la brevedad. La mayoría de los países de
ALC se encuentran en vías de desarrollo y es un territorio muy sensible a los impactos
negativos del calentamiento global, por lo que continuar con el uso de los combustibles
convencionales no es la mejor opción. Dicho esto, la región debe alcanzar en un futuro
no muy lejano la independencia de los combustibles fósiles, por lo que es obligatorio
aumentar la producción de las diversas energías renovables existentes que reducen la
emisión de gases de efecto invernadero, permiten el crecimiento y desarrollo del sector y
la generación de empleo. Para ello será imprescindible el apoyo de las empresas privadas
y los estados. Finalmente, ALC cuenta con una gran cantidad de recursos con un enorme
potencial para tomar la oportunidad de liderar la transición energética a nivel mundial.
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