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lo que se lee y se aplican para transformar, recordar, retener y transferir a nuevas situaciones.
Las segundas permiten al estudiante controlar, supervisar y evaluar el proceso de
lectura. Complementariamente, dichas estrategias requieren de procedimientos (releer,
parafrasear, generar imágenes, metáforas) o específicos como inferir significados (Morles,
1991) dando lugar a la planificación (notas, subrayar, hacer preguntas), supervisión, y
evaluación (resúmenes, gráficos, consulta de otras fuentes, contestar preguntas).
Sin embargo, estos procedimientos no tienen lugar en un contexto neutro sino mediados por
aspectos personales entre los que intervienen las emociones (sensaciones, percepciones, juicios,
evaluaciones, creencias y deseos) que juegan un papel relevante en la experiencia (Bisquerra
Alzina, 2009). Las emociones afectan el cuerpo (los sentidos) y los actos de pensamiento
(juicios, suposiciones, creencias, percepciones, fantasías, recuerdos, entre otros) sólo separables
a un nivel analítico. Dentro del mismo contexto también intervienen las actitudes o
disposiciones que son respuestas relativamente estables (sentimientos intensos), formadas por
repetición de respuestas emocionales que se automatizan con el tiempo (estable y resistente a
los cambios) y que resultarán favorables o no hacia un comportamiento o cuestión (Ajzen y
Fishlein, 1980). Entre las actitudes se destaca la autoconfianza (creencia en uno mismo)
frecuentemente asociada a la voluntad de ejercitarse y a la autoestima, un sentimiento favorable
que nace de la opinión que se tiene de sí mismo y de las propias capacidades (Beauregard et.
al., 2005).
La voluntad de ejercitarse requiere de la autorregulación que permite al estudiante controlar,
supervisar y regular determinados aspectos de su propia cognición, motivación,
comportamiento y ciertas características del entorno (Pintrich, 2000) en tanto condiciones de
realización de la actividad. Dichas condiciones incluyen la organización de materiales y
recursos como dispositivos, instrumentos, objetos y soportes (Landau, 2007), el tiempo
(elemento que organiza, orienta y regula) (Bergson, 2001), el ambiente (escenario donde se
lee), organización y disposición espacial, pautas de comportamiento, roles e interacciones con
objetos y personas, criterios de utilización del espacio físico y/o virtual (Naranjo y Torres,
1996).
Planteada la complejidad de la actividad de lectura y su vínculo ineludible con las
concepciones que guían el accionar de los estudiantes, resulta significativo indicar que éstas
son educables ya que están abiertas al cambio a través de la práctica y la reflexión (Escámez et.
al., 2007).