21
UNA APROXIMACIÓN AL ESTUDIO DEL CONSUMO CULTURAL
DEL PERSONAL DOCENTE COSTARRICENSE
Jensy Campos-Céspedes
1
Universidad Estatal a Distancia - Costa Rica
Warner Ruiz-Chaves
2
Universidad Estatal a Distancia - Costa Rica
Alexis Segura Jiménez
3
Universidad Estatal a Distancia - Costa Rica
Recibido: 27/02/2024
Aprobado: 18/05/2024
RESUMEN:
El consumo cultural es fundamental en varios aspectos de la vida individual y social, ya que
no solo contribuye a la formación de identidades y al reconocimiento de diferencias
socioculturales, sino que también incrementa el capital cultural de las personas, mejorando así
sus oportunidades de desarrollo y bienestar. Por esta razón, la investigación se propuso como
objetivo el análisis del consumo cultural del personal docente que labora en centros educativos
públicos del Ministerio de Educación Pública de Costa Rica. Desde lo metodológico, se
desarrolló un estudio exploratorio con enfoque cuantitativo aplicando un cuestionario a 4410
personas docentes de diferentes modalidades del sistema educativo público, la data resultante
fue analizada mediante estadística descriptiva. Los resultados indican que las dimensiones de
consumo cultural evaluadas patrimonio cultural y natural, artes visuales y artesanías,
presentaciones artísticas y celebraciones, medios audiovisuales e interactivos, y producciones
textuales son generalmente bajas entre las personas docentes, con excepción de los medios
1
Dra. en Educación (Universidad Estatal a Distancia, Costa Rica), ycampos@uned.ac.cr
https://orcid.org/0000-0002-7482-0787
2
Magíster en Tecnología e Informática Educativa (Universidad Estatal a Distancia, Costa Rica),
wruiz@uned.ac.cr https://orcid.org/0000-0002-7875-8925
3
Dr. En Sociedad (Universidad Estatal a Distancia, Costa Rica), achinchillaj@uned.ac.cr
https://orcid.org/0000-0002-7826-9304
22
audiovisuales e interactivos, donde se observa un consumo medio a alto. Se destaca la
necesidad de un cambio en la comprensión y valoración de las expresiones culturales para
enriquecer el acervo de la persona docente desde su ámbito personal y profesional.
Palabras clave: Consumo cultural-Cultura-Docente-Usuario cultural.
ABSTRACT:
Cultural consumption is fundamental in various aspects of individual and social life, since it
not only contributes to the formation of identities and the recognition of socio-cultural
differences, but also increases the cultural capital of people, thus improving their opportunities
for development and well-being. For this reason, the objective of this research was to analyze
the cultural consumption of teachers working in public schools of the Ministry of Public
Education of Costa Rica. From a methodological point of view, an exploratory study with a
quantitative approach was developed by applying a questionnaire to 4410 teachers from
different modalities of the public education system, and the resulting data were analyzed by
means of descriptive statistics. The results show that the dimensions of cultural consumption
evaluated - cultural and natural heritage, visual arts and crafts, artistic performances and
festivals, audiovisual and interactive media, and textual productions - are generally low among
teachers, except for audiovisual and interactive media, where medium to high consumption is
observed. The need for a change in the understanding and appreciation of cultural expressions
to enrich the personal and professional environment of teachers is highlighted.
Keywords: Cultural consumption-Culture-Teacher-Cultural users.
1. INTRODUCCIÓN
El capital cultural de las personas es relevante porque les permite responder a las exigencias
del mundo actual en los distintos espacios de la vida, especialmente si se considera la
revalorización del conocimiento como potenciador de mayores y mejores oportunidades de
desarrollo y bienestar. Si bien el capital cultural de las personas se configura a partir de
diferentes experiencias vitales, el consumo cultural es clave para esta configuración, pues
implica:
Un proceso en el que los actores sociales se apropian y hacen circular los objetos,
entendiendo la carga simbólica, permitiendo a través de esta, interactuar, resignificar y
23
dar sentido a sus relaciones sociales, permitiendo que sean estas las que lleguen a
construir y fortalecer sus identidades y diferencias socioculturales. (Ávila, 2019, p. 18)
El consumo cultural no solo abarca visita a sitios, expectación de actividades y prácticas
culturales o apropiación de textos; es también un medio que permite construir la percepción
del yo, del otro y la interpretación de cada cual.
A nivel de antecedentes, diversos estudios han explorado el consumo cultural con foco en
la apropiación y uso de productos con valor simbólico, siendo considerado como un aspecto
clave en la construcción de identidad en la sociedad contemporánea, particularmente en
relación con temas económicos (Kaminski, 2010). No obstante, de manera más detallada,
Duche-Pérez y Andía-González (2019) elaboraron un estudio cuantitativo del consumo cultural
en Perú e identificaron que la población: define a la cultura desde su valor artístico, histórico
y tradicional como reflejo de una identidad local particular (p. 354) y no necesariamente desde
convencionalismos de lo que podría ser cultura; a pesar de ello, el consumo cultural que
evidencian es bajo.
Moras-Puig (2019), por su parte, presenta una investigación en el contexto cubano donde
reflexiona sobre el concepto de consumo cultural por su asocio con temas económicos y los
resultados que muestra evidencian un bajo consumo cultural de la población participante;
aunque esto no implica que: en otros escenarios los sujetos alcancen formas diferentes de
acceso a la cultura que expresan legítimos procesos participativos, tal es el caso de parques,
plazas, del propio ámbito doméstico y de algunos escenarios comunitarios (p. 59). De ahí que
esta investigación invita a repensar el concepto del consumo cultural desde una multiplicidad
de miradas.
Al respecto, Leonardi et al. (2022) midieron la demanda de bienes culturales en una ciudad
argentina y encontraron que las personas que consumen cultura son las que, desde tempranas
edades, están expuestas a diversas manifestaciones de este tipo, pues tienen un ambiente
familiar que lo promueve. A nivel local, se encontró la investigación elaborada por Lafuente-
Ramírez (2017), quien aborda el consumo cultural en la juventud costarricense; encuentra que
existe un bajo consumo, pero también poco interés en la mayoría de las manifestaciones
culturales, excepto en temas de entretenimiento. Por su lado, Corrales-Alfaro (2021) señala que
hay una relación entre el consumo cultural y la práctica deportiva, pues se crean interacciones
24
que construyen comunidad, sentido de pertenencia y gustos o costumbres similares en la
población que practica un determinado deporte.
Según los referentes teóricos, la sociedad está conformada por agentes socializadores, cuya
labor es preparar a las personas, de diversas formas, para que acepten y se desenvuelvan en la
sociedad en la que nacen y se reproducen. Pero también las personas pueden transformar la
sociedad mediante procesos de resocialización, pues, como explican Berger y Luckmann
(2011), los procesos de socialización, tanto los primarios como lo secundarios, las inducen a
pensar y a actuar de una forma determinada en la sociedad, pero nunca son totales ni completos,
por lo cual son susceptibles de modificación. Además, los procesos de socialización están
dirigidos a formar a las personas para que comprendan la realidad social de cierta manera;
asuman ciertos valores y puntos de vista, y se comporten de una forma específica de acuerdo
con las normas sociales vigentes, así como para que la persona se cuenta de que existe en
relación con otras como ser social.
En el campo educativo, concretamente en las personas docentes, el consumo cultural es
fundamental, no solo por lo que implica el enriquecimiento del capital cultural en el ejercicio
pedagógico, sino también por la influencia que ejerce la persona docente en el estudiantado.
Para el estudiantado, la persona docente es un agente socializador clave, un referente, tanto
desde el punto de vista socioafectivo como intelectual y académico; pues, además de facilitar
procesos de aprendizaje en el estudiantado, es un modelo para seguir; al grado de que, en
muchos casos, llega a ejercer más influencia sobre la persona estudiante que los mismos padres
y madres de familia.
Asimismo, las personas docentes son clave en los procesos resilientes del estudiantado y se
constituyen en un factor impulsor para las personas estudiantes exitosas académicamente
(Artavia, 2005; Acevedo y Restrepo, 2012; García et al., 2014; Aguaded y Almeida, 2016).
Según Muñoz-Mancilla (2014) el consumo cultural influye en los procesos formativos al ser
un medio de diferenciación y diversidad que impacta en la adquisición, apropiación y
asimilación de valores, conocimientos y habilidades.
Por lo anterior, la sociedad espera que la persona docente posea altos niveles de consumo
cultural, asumiendo la cultura no en sentido elitista, sino como conocimientos y vivencias
amplios e integrales sobre el mundo social, político, científico y ambiental, entre otros. Puesto
que el crecimiento cultural e intelectual de las personas estudiantes depende también y de cierto
modo del consumo cultural de la persona docente, en tanto esta le proyecta al estudiante
25
motivaciones, deseos, gustos y apreciaciones contenidas en su capital cultural; que, de maneras
perceptibles e imperceptibles, la persona estudiante incorpora en la configuración de su capital
cultural. En palabras de Bourdieu y Passeron (2008), el estudiantado no solo es resultado de su
origen social, hábitos, entrenamientos y actitudes, sino que también heredan, en diversos
espacios sociales, un saber-hacer particular y destacable, y uno de esos espacios es el aula.
En cuanto a lo conceptual, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE,
2009) de Colombia, citado por UNESCO (2014) define el consumo cultural con:
Las dinámicas que implican la circulación y la adquisición de mensajes y contenidos.
Incluye no solamente la producción de esos mensajes y contenidos, sino la
recepción activa y el proceso de darles un nuevo significado. Los bienes y servicios
culturales incluyen: acontecimientos culturales y representaciones (danza, teatro,
conciertos de música, ferias y exposiciones de artesanías); infraestructuras culturales
(bibliotecas, centros culturales, museos, galerías de arte, sitios arqueológicos e
históricos); lectura y actividades editoriales; audiovisual (cine, video, videojuegos,
música grabada); educación artística y capacitación. (p. 130)
No obstante, para efectos de este manuscrito, se suscribe la definición de consumo cultural
que establece la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
(UNESCO, 2014), la cual señala que:
Significa medir y comprender los aspectos cuantitativos y cualitativos de la
participación en toda actividad que, para los individuos, represente un modo de
aumentar su propia capacidad cultural e informativa y capital, que ayude a definir su
identidad o permita la expresión personal. (p. 52)
Por otro lado, según los datos que presenta la Encuesta Nacional de Cultura 2016 de Costa
Rica (Instituto Nacional de Estadística y Censos de Costa Rica [INEC], 2017), en la cual se
consultó a las personas de diferentes grupos de edad acerca de las actividades culturales en las
que participaban, el 39,9% indicó escuchar la radio todos los días, mientras que el 80% indicó
ver televisión diariamente. Con base en ello, queda claro que existe una significativa tendencia
a un consumo cultural marcado por los contenidos ofrecidos a través de la parrilla televisiva.
En cambio, otras manifestaciones culturales como la asistencia a conciertos o a presentaciones
musicales son menos frecuentadas, pues solo el 14,9% de la población reporta asistir a este tipo
de actividades, en promedio, 3,4 veces al año. Si se trata de otras artes escénicas como el teatro
26
o la danza, las cifras revelan un consumo muy similar, pues apenas el 15,6% se identifica como
espectador de obras teatrales y el 14,5%, de espectáculos de danza.
En relación con el consumo cultural relacionado con la lectura, según INEC (2017), se
evidencia que apenas el 17% de la población visita bibliotecas y, en total, el 43,2% de las
personas que habitan el país lee libros, con un promedio de 5,6 libros leídos al año.
Valga también decir que el consumo cultural y el desarrollo del capital cultural son hechos
sociales que acontecen en todos los estratos de la sociedad. Pues, lejos de ser un asunto propio
de los estratos altos como suele creerse, también ocurre en las prácticas cotidianas de todas
las personas, independiente de su clase o estrato social, donde existen diferencias es en el
tipo, la cantidad y las características de lo que se consume.
En ese sentido, el desarrollo cultural, visto desde una perspectiva más amplia y democrática,
no es una entidad ni atributo refinada y distinguida, o sea, elitista, que le pertenece naturalmente
a una clase social determinada; más allá de que en el imaginario social se ubique a ciertos
grupos o a fracciones sociales de clase alta como signatarias por antonomasia y por
“merecimientos sociales” de los mejores capitales culturales.
La restricción en el consumo cultural forma parte de un sistema de creencias y prácticas que
contribuyen a la reproducción y naturalización de la pobreza, objetiva-subjetiva, que sostienen
el statu quo y que explica la existencia de brechas sociales, además, limitan el buen vivir para
la mayoría de las personas de la sociedad. Por esto, el consumo cultural debe ser asumido como
una necesidad vital que tienen las personas profesionales de la educación y una forma más de
abonar al desarrollo de formas alternativas y liberadoras de pensar y vivir. De este modo, podrá
contribuir a la ruptura de ideologías conservadoras, lo cual implica cambios en los hábitos y en
la orientación en el consumo cultural que permita acrecentar el capital cultural y las
potencialidades políticas en las personas, así como llevar a cabo la transformación social, en
calidad de sujetos históricos.
Es verdad que existen condiciones socioeconómicas estructurales que limitan el acceso de
algunos sectores sociales a ciertos bienes, pues esas condiciones, muchas veces, obligan a las
personas a establecer prioridades de consumo (Barquero, 2007). Pero también es verdad que,
a nivel individual, las personas poseen inclinaciones de consumo que están influidas por otros
factores adicionales a la capacidad adquisitiva y que no necesariamente armoniza con la oferta
de bienes culturales que, en el caso de la sociedad costarricense, ha sido incentivada por algunas
entidades estatales. Condición esa última que, tal como ocurre en Costa Rica (Organización
27
para la Cooperación y el Desarrollo Económico [OCDE], 2020), coadyuva a los procesos de
democratización aún presentes en el país.
2. METODOLOGÍA
Se desarrolló un proceso investigativo exploratorio, bajo el enfoque cuantitativo, que
incluyó el uso de un cuestionario validado estadísticamente (se realizaron pruebas de
confiabilidad mediante alfa de Cronbach y se obtuvieron valores aceptables para todas las
dimensiones incluidas en el instrumento, ver la tabla 1). De manera adicional, se realizó una
prueba de hipótesis para identificar la posible relación entre el consumo cultural y la práctica
pedagógica de la población docente. Además, para generar los indicadores, se observaron las
alfas de Cronbach de cada una de las dimensiones y, una vez verificada la efectividad de la
escala, se procedió a generar los puntajes para cada dimensión (suma de todas las variables en
cada dimensión). El análisis de la información se realizó mediante técnicas estadísticas
descriptivas utilizando el software SPSS® versión 26.
Tabla 1
Alfa de Cronbach para cada dimensión
Dimensión
Alfa de Cronbach
Medios audiovisuales e interactivos
0.695
Producciones textuales
0.819
Patrimonio cultural y natural
0.862
Artes visuales y artesanías
0.929
Presentaciones artísticas y celebraciones
0.773
Las dimensiones que fueron consideradas en el consumo fueron: patrimonio cultural y
natural; presentaciones artísticas y celebraciones; artes visuales y artesanías; publicaciones
textuales y medios audiovisuales e interactivos; todas relacionadas con el desarrollo de los
procesos de aprendizaje en los cuales participan. Para cada una de las dimensiones, se
establecieron un conjunto de ítems derivados de los criterios de la tabla 2, cuyo nivel de
consumo se midió a partir del auto reporte de las personas docentes de acuerdo con los
siguientes indicadores: 0 = “Sin consumo”, más de 0 y menos de 3 = “Bajo”, más de 3 y menos
28
de 6 = “Medio”, más de 6 a 10 = “Alto”. Estos criterios fueron transformados en ítems de un
cuestionario que se aplicó mediante la herramienta MonkeySurvey®.
Los criterios utilizados para esta investigación son los establecidos por UNESCO en el 2009,
quienes establecen una definición pragmática de cultura basada en dimensiones (tabla 2), desde
la cual se centran en considerar la creación, producción, difusión,
exhibición/recepción/transmisión, producción/consumo (UNESCO, 2014, p. 16). Con base en
estas dimensiones, se plantean una serie de indicadores estadísticos relacionados con la
asistencia a actividades culturales, con la frecuencia en la participación en dichas actividades,
el tiempo dedicado a la participación y el gasto culturales; para efectos del estudio, se
consideraron y adaptaron ítems de los dos primeros puntos señalados.
Tabla 2
Indicadores que contienen las dimensiones del consumo cultural según UNESCO (2014)
Dimensión
Indicadores
Medios
audiovisuales e
interactivos
Incluye el consumo de actividades relacionadas con cine,
videojuegos, música, programas de radio, series y películas,
programas de televisión y de noticias.
Producciones
textuales
Incluye el consumo de actividades relacionadas con publicaciones
informativas, libros impresos recreativos, libros impresos del área
de formación, libros digitales recreativos, libros digitales del área de
formación, revistas recreativas, revistas académicas o científicas,
periódicos y materiales para el desarrollo de las clases.
Patrimonio cultural
y natural
Incluye el consumo de actividades relacionadas con visitas a
bibliotecas, museos, exposiciones de arte, centros culturales, sitios
arqueológicos y otros espacios de patrimonio cultural.
Artes visuales y
artesanías
Incluye el consumo de actividades relacionadas con asistencia a
festivales, ferias culturales, actividades de fotografía, pintura,
grabado, dibujo, escultura, teatro, ópera, danza y performance.
29
Presentaciones
artísticas y
celebraciones
Incluye el consumo de actividades relacionadas con canto, danza,
uso de instrumentos musicales, investigaciones culturales,
actuación, celebraciones tradicionales y otras actividades artísticas.
Fuente. Adaptado de la UNESCO (2014).
En relación con la población, corresponde a las personas docentes que se desempeñaban en
centros educativos participantes de los programas educativos coordinados por la Dirección de
Recursos Tecnológicos en Educación [DRTE] del MEP, aproximadamente, 6000 personas; en
cuanto a la muestra, esta fue aleatoria simple de 4410 participantes, trabajando con un nivel de
confianza del 99% y un margen de error del 1%. De las personas participantes el 75,9% fue
mujeres y el 24,1% hombres, con edades de entre 30 y 45 años predominantemente (60,8%),
con nivel académico de Licenciatura en su mayoría (66%) y una experiencia docente que
oscilaba entre los 11 y los 25 años (56,5%).
Con respecto a los criterios éticos, se siguieron las pautas del respeto a la autonomía de las
personas, la beneficencia, la justicia y la búsqueda del bien, expresadas por el Consejo de
Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas y Organización Mundial de la Salud
(CIOMS y OMS, 2002); de modo que cada persona participante de la investigación fue
enterada, mediante un consentimiento informado, de los objetivos, intencionalidades,
resguardo de la información, así como de los mecanismos para darle seguimiento y expresar
inquietudes.
3. ANÁLISIS DE RESULTADOS
En términos generales, el personal docente participante reportó un bajo consumo cultural,
especialmente en la dimensión relacionada con el dominio de consumo de producciones
textuales (ver tabla 3), situación que podría incidir en la labor de aula, dado que el consumo de
producciones textuales puede asociarse con el perfil lector de las personas docentes y ello, a su
vez, con sus prácticas pedagógicas, lo cual se constituye en un reto para el desarrollo de
procesos de consumo cultural con esta población, no obstante, esto debe ahondarse con mayor
detalle en futuros estudios para encontrar razones y tipos particulares de consumo en este rubro
en particular.
Tabla 3
Consumo de las personas docentes según dimensión
30
Dimensión /
Frecuencia
de consumo
Valores relativos
Presentaciones
artísticas y
celebraciones
Artes
visuales y
artesanías
Medios
audiovisuales
e interactivos
Producciones
textuales
No consume
14,1
16,8
1,0
1,0
Bajo
consumo
65,2
63,9
28,4
58,8
Medio
consumo
18,7
18,0
58,0
13,7
Alto
consumo
2,0
1,2
12,6
26,5
En relación con el patrimonio cultural y natural, el cual implica la asistencia a lugares
artísticos, históricos y simbólicos como museos, sitios arqueológicos e históricos, paisajes
culturales, reservas naturales, áreas de conservación y zonas protegidas, así como a bibliotecas,
el 50,2% de la población docente reporta un bajo nivel de consumo. Sin embargo, en esa
dimensión se encuentra un 40% de personas docentes que reporta niveles medio y alto, lo que
implica que hay un buen número de personas docentes que sí acostumbra a visitar lugares que
forman parte del patrimonio cultural y natural, lo cual es fundamental para favorecer la
conciencia ambiental y biocéntrica en la persona docente y de ahí a toda la sociedad, que es
requerida urgentemente en la actualidad.
Sobre ese aspecto específico, conviene fortalecer la formalización académica de la
expresión y la experiencia cultural o natural más allá de la experiencia personal de la práctica
de una actividad cultural (Touriñan, 2012). Necesidad que debe ser atendida considerando los
planteamientos del Ministerio de Educación Pública de Costa Rica (MEP, 2013) de Costa Rica
cuando afirma que:
La creciente diversidad y riqueza cultural es un obligado referente para la formación
docente continua, pues entornos rurales con múltiples diferencias y grupos sociales
diversos, modalidades de educación diversificada también múltiples, entornos urbanos
con centros educativos diferenciados en tamaño, poblaciones, problemáticas y
demandas, obligan a pensar que el desarrollo profesional debería estar en la mira de las
políticas educativa. (p. 41)
31
Al desglosar los datos de la dimensión Patrimonio cultural y natural, según los indicadores
que se utilizaron, los datos de visitas a bibliotecas y museos reportan la mayor frecuencia de
inasistencia, con cerca de un 50% de la totalidad del criterio nunca lo visito o casi nunca lo
visito; mientras que la visita a sitios arqueológicos e históricos, paisajes culturales, reporta un
20% de las respuestas en el criterios rara vez los visito y son las reservas naturales, áreas de
conservación y zonas protegidas las que tienen datos de mayor visitación, cerca del 30% de las
respuestas del criterio casi siempre los visito. Como parte de los ítems del instrumento, se
consultó cuáles sitios visitaban; en la ilustración 1 se recopilan algunas respuestas.
Ilustración 1
Sitios que visitan las personas docentes según dimensión "Patrimonio cultural y natural"
También se realizó una prueba de chi-cuadrado para determinar la relación entre los
componentes de esta dimensión con las variables sexo y grado académico encontrándose, en
términos generales, que relaciones significativas entre el sexo y la asistencia a casas de cultura
y centros culturales (p = 0.008), y a bibliotecas (p = 0.004), no obstante, no se encontraron
relaciones significativas para visitas a sitios de patrimonio natural (p = 0.679), museos (p =
0.679), galerías de arte (p = 0.110) o monumentos históricos y sitios arqueológicos (p = 0.134).
De la reflexión de los datos, se colige que son las mujeres quienes mayor consumo cultural
tienen de casas de la cultura y bibliotecas. En cuanto al grado académico, se encontraron
32
relaciones significativas entre el grado académico y la asistencia a bibliotecas (p = 0.002),
museos (p = 0.012) y galerías de arte o salas de exposición (p = 0.003), de modo que entre
más titulación profesional tenga una persona docente, mayor es la asistencia a estos espacios;
no obstante, no se encontraron relaciones significativas para visitas a sitios de patrimonio
natural (p = 0.125), casas de cultura y centros culturales (p = 0.750), o monumentos históricos
y sitios arqueológicos (p = 0.529).
En cuanto a la dimensión relacionada con la asistencia a presentaciones artísticas y
celebraciones o eventos culturales en vivo, propios de las artes escénicas y la música, se
observó que el 65,2% de las personas participantes indican un bajo consumo. Sobre esto, es
vital que el Estado asuma un rol protagónico realizando acciones dirigidas a crear programas
y proyectos que permitan una mayor promoción y acceso a espectáculos musicales y escénicos
a la población en general, pero muy especialmente a la población docente y estudiantil.
Cuando se desglosa la dimensión, de acuerdo con los criterios, se tienen los resultados de la
tabla 4, donde se señala que los rubros de Participación como actor o actriz”, así como la
Escritura de artículo de opinión, ensayo u otro, son las que evidencian mayor porcentaje de
no realización.
Tabla 4
Criterios de la dimensión "Presentaciones artísticas y celebraciones" en valores relativos
Criterio
Nunca
Casi
nunca
A
veces
Casi
siempre
Siempre
Práctica del canto
69.3
11.2
11.9
4.4
3.3
Práctica del baile
56.4
16.6
19.9
4.5
2.7
Uso de instrumento musical
71.3
14.8
8.6
2.0
3.3
Elaboración de algún tipo de
investigación
42.7
19.2
25.3
8.3
4.5
Escritura de algún texto literario
73.2
12.9
9.9
2.4
1.6
Participación como actor o actriz
83.9
9.1
5.6
0.8
0.6
Participación activa en celebración
nacional de cualquier tipo
38.0
17.0
26.9
10.4
7.8
Práctica de alguna actividad
artística
64.6
14.5
12.7
4.1
4.1
33
Escritura de artículo de opinión,
ensayo u otro
83.5
8.5
5.7
1.2
1.1
Corresponde el criterio de Participación activa en celebración nacional, la que supera el
15% de participación; situación que podría estar vinculada a que es deber de las personas
docentes celebrar las efemérides establecidas en el calendario escolar del MEP (2024). No
obstante, esta situación plantea la necesidad de que las instancias tomadoras de decisiones
creen programas o proyectos que incluyan a las personas docentes, no solo a ser destinatarios
de la actividad, sino también coprotagonistas, pues, de este modo, se lograría no solo aumentar
los porcentajes de participación, sino también la diversificación en los tipos de actividades.
En cuanto a la prueba de chi-cuadrado para esta dimensión, el análisis evidencia que varias
relaciones significativas entre las actividades culturales y las variables demográficas y
académicas. La práctica de actividades como el canto, el uso de instrumentos musicales, la
realización de investigaciones y la escritura de artículos muestra una fuerte asociación con el
sexo y el grado académico (la probabilidad es menor que 0.005). Estas relaciones sugieren que
el consumo cultural del personal docente incluido en el estudio varía significativamente según
estas características, de manera específica entre mayor preparación tenga una persona docente,
mayor consumo de los ámbitos de la dimensión, además, hay mayor consumo de las mujeres
que de los hombres, excepto en escritura, donde los hombres tienen mayor relación que las
mujeres.
Por su lado, la dimensión relacionada con el consumo de artes visuales y artesanías conlleva
la participación en exhibiciones o la adquisición de obras plásticas como pinturas, dibujos,
esculturas, creaciones artesanales y fotografía, así como el frecuentar espacios comerciales
destinados a la exhibición de dichas obras; esta registró un bajo consumo en el 63,9% de las
personas encuestadas. En cuanto a esta dimensión, Peixe et al. (2020) señalan que este tipo de
consumo reproduce una de las funciones sociales de las artes en la educación, que es:
“perpetuar los dualismos y jerarquías del arte tradicional sobre las artesanías” (p. 42), por ello
es fundamental reivindicar lo artesanal sobre las prácticas artísticas tradicionales.
En esta línea de pensamiento, desde los espacios estatales, se deben desarrollar políticas y
acciones específicas orientadas a incentivar el consumo cultural de lo tradicional y de lo
artesanal en la población docente. Este trabajo intencionado, que como sociedad se requiere
desarrollar, es para alentar el consumo cultural de las personas responsables de la educación y
coincide, de alguna manera, con lo que García-Canclini (1993) señalaba al indicar que, cuando
34
se profundiza en el consumo cultural, esto permite conocer la eficacia de las políticas
implementadas por los gobiernos, lo que la sociedad produce y requiere, así como la
participación de los diferentes actores de la misma sociedad en la “construcción social del
sentido” (p. 49).
Sobre la prueba de chi-cuadrado, se encontró que relaciones significativas entre el sexo y el
grado académico con varias actividades culturales, incluyendo ferias culturales, exposiciones
de fotografía, exposiciones de grabado, exposiciones de dibujo, obras de teatro, presentaciones
de danza, funciones de circo y cursos o talleres de apreciación artística (probabilidades
inferiores a 0.005), mientras que con temas como performance, stand up comedy y
exposiciones de escultura, no hay relaciones significativas (la probabilidad es mayor a 0.005).
La dimensión vinculada con medios audiovisuales e interactivos está compuesta por la
escucha de contenidos de radio y visualización de contenidos de televisión (e incluye las
transmisiones vía internet en tiempo real o streaming), la asistencia a salas de cine y los medios
interactivos (juegos de video y las formas de expresión cultural accesibles en internet o
mediante dispositivos inteligentes); en esta se encontró que el 70% reporta niveles de consumo
entre medio y alto (ver tabla 5).
Tabla 5
Criterios de la dimensión "Medios audiovisuales e interactivos" en valores relativos
Criterio
Nunca
Casi
nunca
A
veces
Casi
siempre
Siempre
Asistencia al cine
22.7
40.8
30.5
4.4
1.5
Práctica de videojuegos
70
16
10.6
1.9
1.9
Escucha de programas de radio
dedicados a la programación de
música
22
20.2
35.9
14.3
7.6
Escucha de programas de radio
dedicados a la programación de
noticias, deportes, opinión u otros
24.7
23
32.6
13.6
6
Observación de películas y series
comerciales u otro contenido
similar en aplicaciones digitales
8.6
12.1
34.1
25.7
19.5
35
Observación de programas de
televisión en abierto o pago de
noticias, deportes, opinión u otros
13.5
18.3
37.6
20.8
9.8
Observación de programas de
televisión en abierto o pago de
series, películas comerciales y
similares
14.4
19.8
36.3
18.3
11.2
Nótese que, en la tabla 5, el criterio de a veces es el que predomina en la mayoría de los
indicadores de medición de la dimensión, siendo el consumo de contenido de televisión o
aplicaciones digitales los que presentan mayor porcentaje de respuesta. Este resultado da luces
de que podría ser un medio complementario para que se le pueda llegar de manera efectiva a
la población docente, pues ya está familiarizada con estas. Resultados similares fueron
reportados por Medrano et al. (2015) para el contexto español. Sobre las tecnologías digitales
y el consumo cultural, Muñoz (2014) plantea que esas tecnologías actualmente permiten el
acceso a ciertos bienes culturales. Por su parte, Hinojosa (2012) señala que:
La visita a las bibliotecas, la práctica del deporte, la asistencia al teatro o museos, la
lectura impresa, etc. se han visto desplazadas por otras prácticas de mayor preferencia
en el consumo cultural, tales como el uso de las TIC, la televisión, los videojuegos o el
cine. Además, se observa que las prácticas con mayor nivel de preferencia en la
comunidad universitaria son: escuchar música, ver televisión, ir al cine, usar la
computadora y el internet, leer, viajar y usar el teléfono celular, en tanto que aquéllas
con menor índice de preferencia resultan ser: la lectura académica, la visita a
bibliotecas, la asistencia a museo o monumentos, conferencias y pláticas, galerías,
librerías y cines de arte, asistencia a exposiciones y cursos alternativos, el uso del Wii
y el iPod. (p.183)
Ahora bien, conviene apuntar que el consumo cultural de productos digitales o de bienes
culturales mediante plataformas o formatos digitales en las personas docentes va aparejado con
las transformaciones sociales y guarda relación con los cambios en el consumo cultural del
estudiantado. Es decir, los cambios sociales y los consumos del estudiantado son elementos
que influyen no solo en el consumo cultural digital de las personas docentes, sino también en
su quehacer. Según Ithurburu (2014), algunas de las prácticas docentes están siendo trastocadas
por el consumo cultural digital del estudiantado, que exige cambios en las prácticas
36
pedagógicas, diversificación de fuentes de información, desarrollo de habilidades digitales y
mediáticas, cambios en los roles e incorporación de una cultura digital en el currículo.
En relación con la prueba de chi-cuadrado, la asistencia al cine no evidencia una relación
significativa ni por sexo (p = 0.169) ni por grado académico (p = 0.771); en cuanto a
videojuegos hay una relación significativa mayormente en hombres que mujeres (p < 0.001),
no obstante, por grado académico no hay relación significativa (p = 0.006); cuando se verifica
la escucha de la radio solo para música las mujeres evidencian una relación significativa (p =
0.048), pero no así en cuanto al grado académico; también lo relacionado a la escucha de radio
para programación de noticias, deportes, opinión u otros, se encontró que los hombres escuchan
más que las mujeres siendo una relación significativa (p < 0.001) y en ambos contextos tanto
como el sexo como el grado académico se encuentran relaciones significativas para programas
de televisión dedicados exclusivamente al entretenimiento.
Por último, la dimensión de consumo de publicaciones textuales en los diferentes formatos
se reporta baja en el 59,8% del profesorado encuestado; situación que llama la atención y que
es preocupante, por cuanto la lectura crítica, constante y pertinente hace que la persona posea
criterios, datos e información que la permita interpretar de mejor forma el mundo donde se
vive y que pueda, además, incidir sobre él de forma apropiada para hacerlo un lugar más digno
donde habitar. Asimismo, consumir textos significa responder a las exigencias actuales del
saber, a las necesidades e inquietudes del conocimiento; es conceder valor al querer saber, pues
cuando se lee se busca comprender y adoptar una postura o actitud, es decir, pensar para
valorar, refutar o compartir las ideas (Pérez et al., 2018).
Acerca de esta dimensión, también se consultó sobre la cantidad de libros al año que leen
las personas docentes, los resultados se muestran en la tabla 3.
Tabla 3
Cantidad de libros completos (digitales o impresos) que se leen al año
Cantidad
Frecuencia
0
31,4
1
16,0
2
19,3
3
12,6
4
6,9
37
5
3,8
Más de 5
10,0
Los resultados obtenidos guardan cierta similitud con los encontrados por Hinojosa (2012)
en un contexto universitario mexicano con personal universitario (docente, administrativo,
investigador y estudiantado), en el que encontró que 15% lee menos de un libro al año, 44%
entre un libro y dos y un 36% más de tres.
De acuerdo con los datos obtenidos para el contexto costarricense, una tercera parte de las
personas docentes no lee ningún libro completo; hecho que debe ser tomado por todos los
actores e instancias de la sociedad que tienen relación con este tema, como una oportunidad de
mejora que debe ser tratada considerando los grandes beneficios que la lectura genera en la
mejora personal y profesional de la persona ‒en cuanto al dominio de contenido, al igual que
en el fortalecimiento de habilidades pedagógicas esenciales‒. También porque la persona
docente proyecta y comparte con las personas estudiantes su capital cultural relacionado con
la lectura, a través del modelaje u otras estrategias de transferencia actitudinal, mediante las
cuales se favorezca la creación del hábito y disfrute de la lectura entre el estudiantado. Es
sabido que las creencias relacionadas con la lectura en la persona docente influyen en la forma
en que favorece o no la lectura y la escritura en el estudiantado a su cargo (Murillo et al., 2018,
citado por Programa Estado de la Nación [PEN], 2019). Para Pérez et al. (2018), la lectura es
fundamental porque contribuye a la formación de la integralidad de la persona, al respecto
señala que:
El saber leer constituye uno de los factores esenciales para la formación integral de la
persona, en cuanto al alcance de niveles de desarrollo en la expresión oral y escrita, la
ortografía y en las habilidades intelectuales para emitir juicios, argumentos,
valoraciones, puntos de vista y modos de actuación, según la interpretación que haga
del mundo que le rodea en función de la transformación de mismo y de los problemas
sociales. (p. 59)
Siguiendo a Canclini (1993), para que exista consumo cultural, debe existir apropiación del
producto, de modo que se brinde un valor simbólico para la persona que lo consuma. Según
esa premisa, se puede decir que, cuando una persona docente no lee textos (recreativos o
disciplinares), no crea ese valor simbólico por la práctica de la lectura y no desarrolla un hábito
asociado con esta. Hecho que, a su vez, torna complicada la posibilidad de generar procesos de
lectura por afinidad y creencia, lo que probablemente ocurra es que, en su quehacer docente,
38
prive lo mandatorio (desde lo prescrito en los programas de estudio), más que un genuino gusto
por el acto de leer y por los beneficios que esta actividad provee.
Otro elemento por considerar, relacionado con la dimensión de producciones textuales y el
bajo nivel de lectura que reportan las personas docentes, tiene que ver con lo contrario que
resulta ese hecho con normativas ministeriales, como lo es, por ejemplo, la Política de Fomento
de la Lectura (MEP, 2013b), mediante la cual se pretende incentivar la lectura en el
estudiantado. Aunque ese marco regulatorio: “reconoce la importancia de la lectura y la
escritura como herramientas que contribuyen al mejoramiento de la calidad de vida integral de
las personas” (MEP, 2013b, p. 15) e invita a que los centros educativos desarrollen procesos
de lectura y escritura no como una acción aislada y específica para una asignatura, sino desde
la integralidad del currículo; esto no será muy fácil de cumplir, si las personas docentes leen
igual que la media nacional o incluso menos. De allí la relevancia de que, durante la formación
inicial de docentes, se fortalezcan decididamente las habilidades y los hábitos lectores, son dos
aspectos cruciales (Castro, 2020).
La escasa lectura se podría asociar a los resultados persistentemente deficientes en las
pruebas del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA) de la OCDE del
año 2019 (resultados más recientes a la hora de escribir este manuscrito), cuando señalan que,
en Costa Rica, las personas estudiantes obtienen 426 puntos de los 600 posibles. O bien, cuando
el Programa del Estado de la Nación (2021) manifiesta que: “el 45% de los estudiantes que
participaron en PISA 2018 indicaron que muy rara vez o nunca leen libros; y 38% señalaron
leer con más frecuencia libros digitales o libros impresos y en dispositivos electrónicos”
(p. 129). En relación con el año 2009, se debe señalar que Costa Rica participó en una prueba
piloto de las pruebas PISA, siendo la primera vez que se evaluaban en el país, por lo que "para
esta prueba la categoría que agrupa el mayor porcentaje de estudiantes costarricenses (35%) es
el nivel 2, mientras que el porcentaje acumulado, es decir los estudiantes que están en ese nivel
o en niveles más bajos es de 67%" (Montero et al., 2012), esto implicó 443 puntos, sin embargo,
se debe aclarar que los resultados corresponden a una diferenciación denominada PISA+, el
cual fue un ciclo creado por la OCDE para diez países que debieron aplicar los instrumentos
con los mismos estándares un año después de los restantes sesenta y cinco países que aplicaron
en 2009. Para la evaluación del año 2022, nuevamente se volvió a bajar los resultados al obtener
415 puntos y ubicarse en la posición 50 a nivel mundial, siendo el descenso más pronunciado
de los países latinoamericanos (Matamoros, 2023).
39
Para finalizar esta dimensión, se realizó una prueba de chi-cuadrado para verificar las
posibles relaciones, sin embargo, de acuerdo con los resultados de la prueba no se encontró una
relación significativa entre el número de libros leídos y el grado académico ni el sexo (todos
los valores eran superiores a la probabilidad 0.005).
Ahora bien, una vez mostradas todas las dimensiones, el consumo cultural de las personas
docentes de Costa Rica obtiene, en términos generales, puntuaciones bajas; comprendiendo
este tema, según lo señala Muñoz-Mancilla (2014), en el sentido de que el consumo cultural
se relaciona con diversas dimensiones que convergen en intencionalidades, dado que en su
desarrollo coinciden procesos de desarrollo cognitivo, social y personal. Pero, a su vez, tienen
influencia sobre las personas con las que se relacionan; situación que, en el caso de las personas
docentes, es particularmente relevante por la influencia que poseen en el estudiantado.
Es importante notar, además, que, aunque los resultados señalan una alta incidencia, esta se
ve limitada, dado que el consumo cultural reportado por esta misma población es bajo. García-
Canclini (1993) indica que el consumo cultural es: “el conjunto de procesos socioculturales en
que se realiza la apropiación y los usos de los productos” (p. 24); por lo que, aunque las
personas docentes implementen en el aula esas apropiaciones culturales, las mismas están
fuertemente impregnadas de limitaciones, siendo la dimensión de medios audiovisuales e
interactivos la que predomina, lo cual está en sintonía con la sociedad actual donde estos
recursos son parte extendida de los mass media.
En sintonía con lo explicado, el bajo consumo cultural de las personas docentes requiere ser
analizado desde una óptica integral y reconocer que ese consumo está altamente influido por
factores contextuales como son los socioeconómicos y políticos. En esa línea de pensamiento,
existen estudios que muestran que existen elementos que funcionan como barreras al consumo
cultural (Muñoz-Mancilla, 2014), para el caso de Costa Rica, sería posible que ese bajo
consumo cultural tenga como explicación algunas de las siguientes barreras:
a. Limitaciones económicas que se agudizan cuando la limitada capacidad adquisitiva
converge con alto costo de los bienes culturales y con la ausencia de poticas y
programas estatales dirigidos a incentivar el consumo cultural en la población docente
específica, como sí sucede en otros contextos internacionales.
b. Desigualdades territoriales o regionales de carácter estructural en cuanto a la oferta de
actividades o bienes culturales que determinan brechas de acceso en detrimento de las
zonas periféricas o rurales.
40
c. Falta de incentivos por parte de las instituciones educativas para favorecer el consumo
cultural entre el personal docente, mediante las cuales se revalorice la participación de
personas docentes en actividades culturales y se incentiven las prácticas culturales.
d. Falta de formación en cultura o literacy cultural desde los procesos de formación inicial
como profesional de la educación.
De acuerdo con lo visto hasta aquí, existe una oportunidad para la implementación de
procesos de literacidad cultural con esta población, entendida la literacidad como lo
propone la UNESCO (2006), es decir, como un concepto que ha demostrado ser tanto
complejo como dinámico, continuamente interpretado y definido en una multiplicidad
de formas (p.147). Esto coincide con Tejada y Vargas (2007), cuando señalan que ese
proceso de apropiación de la cultura pasa por entender el contexto en que se
desenvuelve la persona y cómo este incide en el desarrollo de habilidades para la
alfabetización cultural. Entendida esta alfabetización, de acuerdo con la propuesta de
Cassany (2006), como “el código escrito, los géneros discursivos, los roles de autor y
lector, las formas de pensamiento, la identidad y el estatus como individuo y como
colectivo, los valores y representaciones culturales” (pp. 38-39).
En suma, con los resultados mostrados, se evidencia la urgencia que existe en Costa Rica
por llevar a cabo procedimientos que permitan continuar avanzando en los procesos de
valoración de la diversidad cultural y la identidad nacional, así como en procesos de gestión
cultural (Alpízar-Valverde, 2020) que permitan un mayor acceso a los bienes culturales y
educación, mediante la creación de espacios culturales para la apreciación y desarrollo de las
artes y la cultura entre los distintos sectores sociales, tal como lo plantea Núñez-Moya (2023);
especialmente en la población docente, para quienes ese acceso debe acompañarse de
intencionalidades pedagógicas dentro de los planes de formación profesional tanto inicial como
continua.
4. CONCLUSIONES
En la actualidad, los vínculos entre la educación, el arte y las demás manifestaciones culturales
cobran importancia capital, de ahí que la persona docente como sujeto social requiere una
visión y sensibilidad a las diversas manifestaciones culturales. No obstante, en el caso de las
personas docentes de Costa Rica, el consumo cultural es bajo, siendo la dimensión relacionada
con el consumo de “medios audiovisuales e interactivos” la que reporta un porcentaje más alto
41
de personas con niveles medios de consumo. Situación que se puede explicar por la fuerte
incorporación de los mass media modernos, la internet y la inmediatez en las cotidianidades de
las nuevas sociedades.
El bajo consumo cultural de las personas docentes en la dimensión relacionada con
producciones textuales es un aspecto que requiere de especial atención, debido a la relevancia
que esto tiene en las prácticas de lectura o el perfil lector de quien enseña; pues ejercen una
gran influencia en su quehacer pedagógico, así como en la transferencia de hábitos y de
actitudes hacia las personas estudiantes (Amiama-Espaillat y Pacheco-Salazar, 2022).
Las restantes dimensiones evidencian niveles de consumo que deben resultar de atención
para las autoridades educativas y las mismas personas docentes; por cuanto, debido a la función
social de la docencia y la Escuela, se espera que el estudiantado desarrolle habilidades para la
vida que le permitan ser parte activa de una sociedad desde una formación integral. Situación
que en este caso podría verse limitada ante resultados como los evidenciados en la tabla 3. En
tiempos como los actuales, la importancia de fortalecer los vínculos entre el arte y la cultura
hacia las masas es fundamental, sin embargo, parece persistir la teoría de García- Canclini
(1993), cuando afirma que, para algunos sectores, la cultura es un gasto y no una inversión,
particularmente para las clases medias, en las que tiende a ubicarse la población docente del
país.
Se hace evidente la necesidad de un cambio cultural que permita comprender la diversidad
de expresiones culturales presentes o necesarias en la sociedad contemporánea; así las cosas,
si la persona docente no evidencia ese consumo hacia múltiples formas de expresión de la
cultura, la comprensión y la evidencia de las habilidades para enseñarlas no necesariamente
tendrán incidencia en el proceso de aprendizaje que implemente con el estudiantado. De
acuerdo con esto, se recomienda que la literacidad cultural se incorpore en los procesos de
formación inicial de las personas profesionales en educación; esa literacidad permitirá
concientizar sobre la necesidad de apropiarse de conocimientos y prácticas culturales para
enriquecerse como personas y como profesionales, trascendiendo lo temporal o mandatorio
que podría estar implícito en los programas de estudio a los cuales se enfrente como persona
docente.
Así las cosas, se requiere fortalecer el consumo cultural del personal docente, así como las
políticas y acciones afirmativas orientadas a las diferentes manifestaciones que hacen cultura,
con el fin de que este tipo de consumo sea un insumo más para la mejora de la calidad de la
42
educación y de las personas profesionales que se dedican a ella. El consumo cultural de las
personas docentes y demás actores educativos, así como la literacidad vinculada con este tipo
de consumo, abre una relevante línea de investigación y debates que proporciona vetas de
conocimiento y reflexión acerca de la sociedad que se desea, las aspiraciones que se le
confieren a la Escuela, a la persona docente y al hecho educativo.
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