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narración que nos ocupa en la presente investigación. Esta narración que puede ser
catalogada como leyenda (Ampama y Samaren, 2021) fue recopilada directamente de la
oralidad de los sabios wampis que aún guardan en su memoria y vivencias relatos que se
constituyen en su fundamento principal del tarimat pujut5, es decir, del buen vivir.
Ante la actual crisis natural y humana (Yóplac, 2024) que se va generalizando
incluso en los pueblos originarios, existe la necesidad de repensarnos como humanidad
desde distintas esferas sociales y culturas. Quizá el pensamiento Occidental no basta o se
requiere la complementación de otros saberes para comprender la complejidad de la trama
de la vida humana y natural. Al respecto, Quintanilla (2023) sostiene que es razonable
suponer que en todas o en la mayoría de sociedades humanas ha habido personas que se
han planteado preguntas semejantes a aquellas que Occidente llamó “filosóficas”, es decir
pensarse y repensarse como individuo y como ser colectivo; así, es obvio suponer que
estas preguntas estaban relacionadas con la vida, pues, para vivir hay que pensar y darnos
cuenta qué es valioso, qué es correcto, qué es verdadero, etc. Los wampis han pensado en
un buen vivir o vivir bien, que en su concepción es el tarimat pujut, que se caracteriza
por tener principios prácticos y que, de algún modo, estos principios aún se pueden
encontrar en el contenido de sus relatos ancestrales.
Es en este contexto que el presente trabajo se centra en interpretar el relato “chinki
takatnum kajernairamu” o “la discordia de los cuatro hermanos” y procurar destacar sus
aportes al concepto del tarimat pujut o buen vivir de los wampis. Este artículo se deriva
de una investigación más amplia titulada “Saberes ancestrales en narraciones wampis”
elaborada por los mismos autores.
Sin embargo, y basándonos en el método de la hermenéutica, no se trata de hacer
una interpretación caprichosa o forzada, sino que, en diálogo con los aportes de otros
investigadores, tomamos como fundamento al concepto de interculturalidad, que, pese a
su basta divergencia conceptual, ayuda a entender que, en la compleja red social, existen
muchas culturas vivas y muertas que han, aportado y pueden aportar a este tejido social
llamado humanidad. Así, Tubino (2015) señala que “mientras que en el multiculturalismo
la palabra clave es tolerancia, en la interculturalidad la palabra clave es diálogo” (p. 171),
es decir Tubino va más allá de reconocer al Otro, es otorgarle la categoría de igual para
establecer un diálogo de iguales. En este sentido, la interculturalidad se torna en un