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En el Día Mundial de la Alimentación, celebrado este viernes 16 de octubre y en el contexto del mayor de los desafíos que ha tenido Paraguay y sus países vecinos frente al COVID-19, el Complejo Educativo de la UNAE, comparte este breve informe sobre las acciones emprendidas en cuanto a la provisión de alimentos, en consideración a los valores institucionales: Solidaridad y Compromiso Social.
Sobre la línea de los Objetivos de Desarrollo Sostenible ODS, Agenda 2030, Objetivo 2, Hambre Cero, “Que busca terminar con todas las formas de hambre y desnutrición y velar por el acceso de todas las personas, en especial los niños, a una alimentación suficiente y nutritiva...” y con el objetivo de concienciar sobre la necesidad de la atención sostenida de las necesidades de alimentación, que deben ser priorizadas en las fases siguientes hasta lograr una económica dinámica.
La Universidad Autónoma de Encarnación, por sí misma, en ocasiones con otras instituciones (Gobernación, Municipalidades, Empresas Privadas), organizó acciones que se ordenaron en un sistema de estrategias para contribuir a resolver los problemas más acuciantes, siendo un de ellos el acceso al alimento, a la nutrición adecuada y a la comensalía, tres aspectos que se reúnen y sintetizan con la noción de comer y de la comida.
Las medidas gubernamentales orientadas a atenuar la pandemia por COVID-19 en contagio, muerte y carga del sistema de salud, trajeron aparejados, por una parte, resultados positivos, según los cuales, el número potencial de muertes y de infectados está por debajo de un escenario según el cual, no hacer nada, hubiera multiplicado los números y el sufrimiento por miles.
Por otro lado, y a pesar de aquello, la Pandemia y las medidas para su atenuación dejaron ver los costos de las decisiones tomadas, efectos negativos en otras dimensiones de la realidad como son:
a) La caída de la actividad económica y, en consecuencia, de la disponibilidad del ingreso diario con que las familias, hogares y personas individuales atendían necesidades impostergables como la salud, la educación y la alimentación,
b) El aumento de riesgo alimentario y nutricional de sectores y grupos de población que ya presentaban un acceso limitado a los recursos antes de la pandemia, agravándose a partir de ésta.
La Universidad Autónoma de Encarnación, por sí misma y en red con otras instituciones (Gobernación, Municipalidades), recepcionó esta preocupación y organizó acciones que se ordenaron en un sistema de estrategias para contribuir a resolver los problemas más acuciantes, siendo un de ello el acceso al alimento, a la nutrición adecuada y a la comensalía, tres aspectos que se reúnen y sintetizan con la noción de comer y de la comida.
Organización del trabajo para la distribución de alimentos
Hubo dos líneas de trabajo bien claras, la primera movilizar la sensibilidad y la disposición para cooperar de la comunidad universitaria y de las alianzas eventuales y permanentes que se configuran en torno de la UNIVERSIDAD y su prestigio:
a) Desarrollar un menú accesible, pero de calidad nutricional que podría aportar una ración de 800 calorías, entre personas especialmente necesitadas de aquél para atenuar el hambre y cubrir necesidades nutricionales.
b) Organizar y disponer que el acceso al alimento se realice siguiendo los protocolos de seguridad contra la infección por COVID-19 y de almuerzos por cada comunidad; integrando la persona y su hogar como destinatario de los alimentos y no sólo la persona individualizada, pues para alimentarse, nutrirse, la comensalía familiar cuenta y dota de elementos críticos.
Distribución y entrega de alimentos
La preparación de los alimentos y su entrega se garantizó al poder integrar los aportes globales de la comunidad universitaria (colecta de alimentos no perecederos) como el trabajo efectivo de elaborar los alimentos, distribuir y verificar que los mismos lleguen a todas las personas que se consideraron necesitadas.
Desde el mes de abril a la fecha, todas las semanas, se entregaron entre un mínimo de 300 raciones, a costo de G. 2.800 (0,40 USD), y un máximo de 700 raciones distribuidas entre las personas, hogares y comunidades más necesitadas. Lo que lleva una transferencia a la comunidad de un mínimo mensual de 480 y un máximo de 1120 raciones, y valores monetarios de 7.840.000 mensuales y un acumulado de hasta 55 millones para el periodo Abril/Octubre.
Barrios beneficiados (distritos de Encarnación y Cambyreta)
Asentamiento La Victoria, Sagrada Familia, Barrio Jardín, Sarita, El Pinar, Chaipé, Santo Domingo, San Antonio Ypecuru, San Pedro (sector oleros), Barrio Palangana, Maracaná, Comunidad Maká, Mboi Ca’e.
Para un país como Paraguay, productor de alimentos con una importante tradición del campesinado orientado a sustentarse a partir de la horticultura, donde se destaca el trabajo fundacional de la mujer rural, las crisis de alimentos deben ser priorizadas en su atención y reparo, pues afecta derechos humanos esenciales que, desatendidos, introducen riesgos físicos, pero también mentales, empujando a quienes lo padecen a las peores decisiones.
La iniciativa de la UNAE en este servicio consistió en movilizar en torno a las demandas y necesidades de la población en riesgo, el máximo de los valores que caracterizan al ser humano, cual es la solidaridad, organizándola y aplicándola a atender la necesidad de alimentar y nutrir de manera íntegra, respetando los modos culturales, pero sin desatender los estilos saludables recomendados por la OMS y la FAO.
En el Día Mundial de la Alimentación y en el contexto por todos conocidos del COVID-19, la UNAE quiere llegar con este resumen a concienciar de que la atención de las necesidades alimentarias deben ser priorizadas en las fases siguientes hasta que la dinámica económica pueda por si misma devolver la autonomía que las personas, hogares y comunidades han perdido como efecto indirecto de la urgencia por evitar los peores males de la Pandemia: la infección, sobrecarga del sistema sanitario y las muertes evitables.